Gradualmente pasa el furor reformista, comprobando que no son las Cámaras del Congreso de la Unión por donde pasa el camino al desarrollo económico; al pleno empleo y al mejoramiento de la vida de los mexicanos. La vida parlamentaria esta sin duda sobrevaluada. Personajes que se entronan de las más extrañas formas en comisiones legislativas, de pronto se asumen expertos en temas de complejidad técnica que creen dominar, tan sólo por repetir con aires de seguridad lo que un grupúsculo de expertos les dicen son los temas relevantes.
El resultado salta a la vista, los mercados financieros han descontado las reformas que mucho dicen, pero que poco o nada cambian. Las modificaciones laboral y del aparato burocrático, nos colocan en una posición peor a la que teníamos, y queda claro, que no eran necesarios cambios legales para adoptar las medidas que se anuncian como “logros”. Así es, lo que se necesitaba eran funcionarios con la preparación, vocación y experiencia necesaria para tomar decisiones y hacerlas realidad.
Qué decir de los cambios en materia de telecomunicaciones y competencia económica, donde el proceso sólo confirma que el texto constitucional nada tenía que ver con los pobres avances en esas materias. Por el contrario, ante la rebatinga y típico descuido del Senado para nominar miembros en órganos autónomos, se han erigido torres de babel que presagian borrasca, ésta, por presencia de personalidades con notoria inexperiencia burocrática y sobrada arrogancia intelectualoide, que está haciendo presa a los temas que se someten ante ellas.
La revanchas adoptadas por quienes pensaron que fueron derrotados por medios de comunicación, intermediarios financieros o sindicatos magisteriales, fueron malos móviles y peores motivos para modificar la Constitución y armar reformas que llevan la etiqueta que reza: “Nosotros somos los que mandamos” que no es muy distinta de la que ponen los carteles al decir: Para que aprendan a respetar. Las reformas son pobres en andamiaje técnico-conceptual, profusas en texto y excedidas en transitorios que -a la larga- quedará claro, son sólo medidas de transición.
El problema -quedó al descubierto- eran las personas que ocupaban los puestos decisorios y no las leyes, las cuales han sido chivo expiatorio de administraciones poco preparadas o de funcionarios que rinden cuentas ante los intereses y no a la ciudadanía.
En ese terreno, las cosas están peor de lo que estaban, porque sólo cambiaron las reglas, pero se ha elegido a personas con simpatías políticas o parlamentarias, que distan mucho de ser lo que los órganos redentores necesitan.
Más importante que la vaporizada legislación secundaria en materia energética, será el nombre de quienes tripulen el cambio, el cual entraña un radical giro en materia de finanzas públicas. El pie izquierdo, sin duda, es la propuesta ya negociada para que Luis Téllez represente a SEMPRA en la CRE.
El problema no estaba en las leyes, sino en los responsables de su aplicación.
FE DE ERRATAS: La semana pasada debido a un error, la columna apareció con el título “Entre la ignorancia y la desvergüenza”, cuando debió decir “Póker financiero”.