Y regresé. Fui durante 10 años el presidente legítimo de México. Regeneré al país, o al menos lo intente, a través de un movimiento de blancos o morenos. Sin embargo, hoy regreso a aquella cuna que me vio nacer y aquella tumba que pretendió enterrarme. Regresé a Televisa.
Abraham Lincoln dijo que para probar el carácter de un ser humano había que darle poder. A mí no me ha tocado, sin embargo, creo que el panorama político electoral de esta República está en condiciones para creer que no hay futuro certero, ni criterio acertado.
El país, que también lleva por nombre los Estados Unidos mexicanos podría también llevar el nombre con el ayer la revista Time denominó a nuestro vecino del norte, Estados Divididos de América.
No sé qué me causó más intriga, si ver al “Peje” o a amlo o a aquel personaje que quiso emular a Juárez y que se pronunció en contra de todos los poderes fácticos del Estado, regresar a los brazos más manipuladores del Estado mexicano que se llama Televisa, o ver a aquel individuo que repudió al presidente Peña Nieto, decir que criticarlo se había convertido en un deporte nacional.
Por su parte, Margarita Zavala, la esposa de aquel Presidente que dejó a más de 100 mil muertos y más de 30 mil desaparecidos, pretender regresar no solamente como la cónyuge, sino como una especie que enarbola a la figura panista de un ser que prefirió sangre en lugar
de paz, pólvora en lugar de diálogo, prefirió la soberbia en lugar de la política.
Yo no sé si marca la diferencia. Lo que sí sé es que hoy no hay un priista, un perredista (que no sea Mancera), que pueda orillarla a la real politik, es decir, al debate político nacional, que en verdad ponga las cartas sobre la mesa y que nos diga a nosotros los mexicanos qué clase de presidente queremos para 2018.
A poco más de quince días de terminar el año, la sociedad mexicana toma una dieta, pretende no soñar, no añorar, y sobre todo no preocuparse de lo que podría ser un buen futuro para sus hijos.
Pero, ¿qué pasará el día que despierte, el día que las campañas de manipulación e influencia vía mediática empiecen a cobrar las facturas necesarias, y por lo tanto las piezas empiecen a caerse?
¿Será que la generación millennial y la tercera generación se unan? ¿O será que el “gap” generacional sea tan profundo que nos deje a un país más dividido y con menos esperanzas de lo que el presidente Peña nos ha heredado?
Mientras tanto, me quedo con la imagen de Andrés Manuel en Televisa. Sentado, con corbata, defendiendo al Presidente y pretendiendo que él es el futuro alterno del país.
¿Será esto un volver al futuro?