Si la muerte pisa mi huerto
Al día en el planeta mueren dos personas por segundo, 120 por minuto y aproximadamente 170 mil al día. Cada muerte es, para los que aman al que fallece, un episodio fuerte, traumático, doloroso y divino. Pero mucho depende de la visión de Dios y de la vida que se tenga.
Pablo Mier y TeránAl día en el planeta mueren dos personas por segundo, 120 por minuto y aproximadamente 170 mil al día. Cada muerte es, para los que aman al que fallece, un episodio fuerte, traumático, doloroso y divino. Pero mucho depende de la visión de Dios y de la vida que se tenga.
Hace días un peluquero decía a su cliente, Dios no existe… si Dios existiera no habría tanto dolor, pobreza y sufrimiento en el mundo. El cliente se despidió desconcertado y se regresó minutos después a la peluquería con un tipo greñudo diciendo al peluquero, los peluqueros no existen… si existieran no habría tanto greñudo y mal peinado como este.
-Sí existimos, dijo el peluquero, lo que sucede es que no vienen a nosotros.
Dios también existe –respondió el cliente- lo que pasa es que esos que tanto sufren y tienen tanto dolor que tú mencionas, no acuden a Él.
Hace días murió mi hermano Miguel, el más pequeño de los 11. Cuando me avisaron de su muerte: murió tu hermano…. en el último que pensé fue en Mike. Desde que nació, hace 46 años, su salud fue muy frágil y su pronóstico de vida limitado, pero siempre a base de esfuerzo, ánimo, fe y corazón –y el cariño de quienes le rodeaban- salía adelante, nos había acostumbrado a verlo sonreír, Miguel nunca moría.
Miguel podía haber engrosar la lista de los que niegan a Dios, lo ignoran o se inventan el suyo propio, o ser un peregrino de sus desgracias, o en el mejor de los casos, un triste y oscuro personaje porque la salud nunca fue su compañera.
El médico que llenó tu acta de defunción estaba desconcertado. En realidad siempre los desconcertaba a todos y muchas veces los evidenciaba; primero en 1969 que no viviría muchos años, luego que no pasaría la adolescencia -y vaya que la gozó- más adelante, que no podría casarse y lo hizo y ni más ni menos que con Elena, una hermosa y gran mujer; luego que no podría tener hijos y tuvo cinco campeones.
Como buen aficionado a Serrat a veces cantabas sus canciones y en varias ocasiones cantó, ustedes la recordarán: “Si la muerte pisa mi huerto. ¿Quién firmará que he muerto de muerte natural?… la firma la dio un médico desconcertado que nunca entendió su biografía y su hermano mayor, Salvador, que con dolor reflexionaba lo sobrenatural de su natural existencia.
¿Quién será ese buen amigo que morirá conmigo, aunque sea un tanto así? Miguel se lo preguntó cantando con Serrat, uno de esos amigos, mi tocayo, le escribió en su funeral: “Nunca he conocido a nadie que amara tanto vivir como tu… el mayor recuerdo -y claro ejemplo- que siempre tendré conmigo de ti es esa alegría de vivir y esa capacidad tan intensa de gozar cada instante”.
¿Cuál de todos mis amores ha de comprar las flores para mi funeral? Lo mejor de todo es que terminó Miguel, enviándoselas a Elena, el mayor de sus amores, su incondicional compañera.
¿Quién pondrá fin a mi diario al caer la última hoja en mi calendario? Tu diario mi querido Miguel continúa en cada uno de los campeones –Miguel, Salvador, Adolfo, Elenita y Rodrigo- que trajiste al mundo.
¿Quién rezará a mi memoria, Dios lo tenga en su gloria, y brindará a mi salud?
El vino para los reyes y el agua para los bueyes.