Seres de otra dimensión

"Los niños vienen cada vez más evolucionados",  "Los jóvenes se adelantan más y más a su edad" o "Las nuevas generaciones vienen más desarrolladas" son frases muy comunes.

Muchas veces, estos niños o jóvenes son diagnosticados con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH). Otras veces son catalogados como “niños problema” o rebeldes... Hay quienes los medican y quienes tratan de educarlos a base de castigos: ¡ERROR!

Hablamos de los niños que poseen la Frecuencia Índigo. 

Annette Manautou Annette Manautou Publicado el
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“Los niños vienen cada vez más evolucionados”,  “Los jóvenes se adelantan más y más a su edad” o “Las nuevas generaciones vienen más desarrolladas” son frases muy comunes.

Muchas veces, estos niños o jóvenes son diagnosticados con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH). Otras veces son catalogados como “niños problema” o rebeldes… Hay quienes los medican y quienes tratan de educarlos a base de castigos: ¡ERROR!

Hablamos de los niños que poseen la Frecuencia Índigo. 

Los niños que tienen la Frecuencia Índigo vinieron a despertar conciencias, a enseñarnos el amor en el grado mas alto posible, que es la compasión. Y llegaron para romper patrones e ideas falsas que han permanecido durante siglos en nuestra civilización.

Ellos no conciben la idea de que las personas operen en modalidades que no estén basadas en el amor.

Un índigo en su interior sabe que llegó para algo especial a este mundo. Mientras no logre entenderlo puede sufrir depresión, ya que no encaja en el modelo establecido de la sociedad en la que vive. Pero cuando descubre su misión y comienza  a ayudar a elevar conciencias a la frecuencia espiritual, entonces comprende la razón por la que está aquí y ahora.

Los niños índigo se caracterizan por tener el aura azul índigo. Son seres humanos extremadamente sensibles a la energía, pueden percibir la emociones de los demás e incluso las llegan a experimentar como si fueran propias.

Los índigo tienden a ser solitarios, pues no comprenden algunas cosas, entre ellas la competencia que existe en la sociedad, el afán que tienen algunas personas por las cosas materiales, la injusticia, la mentira y la deslealtad. 

Disfrutan estar en soledad, ya que en esos momentos acceden a niveles más altos de conciencia.

Son rebeldes y voluntariosos. Y no soportan las reglas que no les permiten expresarse libremente. Para ellos, no deben de haber personas que tengan más autoridad que otras.

Por eso es muy importante darles una explicación clara de los motivos por los cuales les vas a dar una orden o imponer una regla. 

Un índigo siempre trata de demostrar igualdad y justicia, dado que su misión es invitar a las personas a acceder a su “yo” interno y así, cada ser pueda abrir su conciencia espiritual.

Tampoco van con las reglas sociales, es probable que no les interese lo que hace la gente común, como casarse, tener hijos, etc. Ellos saben que su potencial puede ayudar a mucha gente y no solo a un grupo.

Son sanadores por naturaleza, debido a que la frecuencia en la que vibran puede quitar un dolor físico –o emocional– con solo poner la mano sobre ti.

 Aman a los animales y a cualquier ser vivo, ellos saben que toda energía que existe en la Tierra tiene vida. Adoran las plantas, los cuarzos, las flores y todo lo que se encuentra en la naturaleza, pues para un índigo es muy fácil percibir la energía de vida que existe en cada uno de ellos.

Como su frecuencia vibratoria es muy alta, pueden tener problemas con la electricidad, descomponerse los relojes cuando los usan, al igual que los celulares o computadoras. Inclusive pueden tronar focos.

A los índigo les gusta ayudar a sus semejantes, pueden dar muy buenos consejos y, probablemente cuando crezcan, serán una guía para las personas que les rodean. 

Son como un imán para las demás personas que sin darse cuenta perciben la luz en ellos y los buscan para pedirles ayuda y consejo.

A partir del año 2000, nació un gran número de ellos, aunque se cree que los primeros índigo llegaron mucho antes. 

Ahora que ya conoces las dimensiones de un índigo, observa a tu alrededor… ¿Conoces alguno? Si es así, ya sabes cómo tratarlo.

Testimonio de una niña índigo
POR ELVA CECILIA
35 años

“Desde que nací fui diferente. Nací de siete meses porque mi mamá tuvo placenta previa. El doctor le dijo a mi papá que ella estaba muy grave y que el producto venía muerto, pues yo ya no me movía. Fue cuando llegué a este mundo.

De pequeña siempre me preguntaba el por qué de todo, me encantaba estar en la naturaleza. Mi familia tenía una quinta y yo podía pasarme tardes enteras brincando en el pasto, metiéndome a la alberca y disfrutando del sol y de las flores.

Desde que tengo razón he soñado cosas que pasan después, mis sueños son más reales que mi realidad terrenal, pero cuando era chica pensaba que a todas las personas les ocurría. 

Cuando fui por primera vez al kinder lloré muchísimo. No entendía porqué me ponían con gente desconocida con la que no tenía empatía y que en cierto modo sentía que me rechazaban por no ser como ellos. Para no ir, inventaba algún tipo de enfermedad hasta que mis padres se dieron cuenta que eran tretas mías.

Eran unas luchas titánicas con mi madre. Me llevaba a la fuerza y yo odiaba que me dieran órdenes y me molestaba ver que todas las niñas se parecían. Era como si no pensaran por sí mismas y solo se preocuparan por parecerse entre sí.

Siempre sentí que me trajeron de otro planeta y no podía comprender a los humanos. Me parecían tan extraños y poco amorosos. Sabía que algo en mi era diferente, pero no lograba identificar qué era.

Me tuve que amoldar y tratar de seguir las órdenes de mis maestros, pero me hacía rabiar que trataban de enseñarme y veía –y sentía– sus frustraciones y el poco amor con el que hacían su trabajo.

Cuando tenía alrededor de 12 años, iba a una fiesta y me preguntaba por qué no me reconocían, como si yo fuera alguien famoso o importante. Sin embargo, no comprendía esa sensación de superioridad.

Fui muy creativa, me encantaba poder arreglarme y así demostrarle al mundo que yo tenía una identidad propia. Me daba cuenta que llamaba la atención y que muchas veces mis amigas trataban de imitarme. 

En mi adolescencia fui rebelde. Me enojé con el mundo y me puse una coraza de inalcanzable. Siempre tenía que estar perfectamente vestida, a la moda, y con los mejores accesorios pero nunca imitando a nadie, solo destacando mi potencial.

Volví a amoldarme a la sociedad pero siempre tenía esos momentos en los cuales me cuestionaba ¿qué hago aquí? ¿Por qué la gente tiene que hacer lo que los demás hacen? ¿Por qué tienen miedo de ser diferentes y salirse del molde? 

Siempre tuve un imán con las personas. A veces me preguntaba por qué me platicaban su vida si yo no las conocía, pero me hacía bien escucharlas y aconsejarlas. Yo sentía que el consejo no venía de mi, sino de una conciencia superior.

Cuando llegué a la adultez me dieron crisis de porqué no podía ser como los demás. Me dediqué al arte y ahí desfogué todos esos sentimientos de incomprensión y de poca empatía hacia el mundo. 

Empecé a percibir energías diferentes por las noches. Sentía que alguien me miraba abría los ojos y un juego de luces que formaban caras estaba arriba de mi. 

Podía percibir el estado de ánimo de las personas, como si las escaneara. Tenía momentos de mucha actividad social y otras de aislamiento. Hasta que un día escuché el término “Frecuencia Índigo” y por fin supe que existían personas como yo y que no estaba loca. Que mi frecuencia era diferente y por eso percibía el mundo de otra manera.

Ahora después de mucho sufrir y no entender muchas cosas, sé que soy un ser especial y en lugar de avergonzarme me da orgullo porque puedo ver, percibir, sentir y ver cosas que para una persona normal serían mágicas, pero para mi son parte de mi mundo.

No siento que tengo edad, por el contrario, me veo más joven y siempre tendré a una niña interna en el interior. 

Ahora me dedico a ayudar a los demás y es lo mas hermoso que me ha pasado. Le agradezco a Dios el que me haya mandado a este plano para poder ayudar y guiar a otros que nacieron con mi misma frecuencia. 

Me hubiera encantado encontrar a alguien que me explicara todo esto cuando tenía 15 años. Me hubiera ahorrado mucho sufrimiento, pero sé que la ayuda que no recibí yo, ahora la puedo dar y eso me hace feliz”.

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