Y es que falta menos de un mes para las elecciones en Venezuela, y Hugo Chávez sigue vivito y coleando. Su régimen autocrático parece intocable.
El “Correcaminos”, como se autodenomina su rival Henrique Capriles Radonski, no ha logrado alcanzarlo.
La mayoría de las encuestas, incluyendo Datanálisis, cercana a la oposición, ubican al caudillo bolivariano entre 15 y 20 por ciento por encima del opositor, cuyos seguidores hablan de un voto oculto e indeciso que solo se hará evidente el próximo 7 de octubre.
De lo que sí no hay duda es que el cáncer de Chávez ha sido la gran épica de su campaña. Todo ha transcurrido como un secreto de estado que le ha servido para aceitar ese talento histriónico que tanto irrita a sus adversarios.
Así, desde que el periodista venezolano Nelson Bocaranda lanzó la exclusiva al mundo. Chávez tenía cáncer. Le apareció por primera vez en junio del año pasado. Fue operado en Cuba dos veces, al parecer con éxito. Luego de varias sesiones de quimoterapia, en febrero de este año, una recaída lo obligó a regresar al quirófano.
Desde entonces, ¿cuántas veces se ha insinuado que su salud no aguantaría el trajín de la campaña? ¿Cuántos apostaron, en público y en privado, que no llegaría a la recta final, o que, si llegaba, lo haría muy diezmado, lo que garantizaría su derrota?
Tenían razones para sospecharlo.
El ex militar se desaparecía a La Habana por demasiado tiempo, sufría ataques de gripes de manera recurrente.
Y sus detractores lo aprovechaban todo para difundir el rumor: le faltaban pocas semanas de vida.
“Si estas elecciones son ‘la vida o muerte de la revolución’, tal como lo ha dicho el mismo Hugo, ¿no debería estar el candidato rojo todos los días en la calle, tal como hacía en el pasado? ¿Será que no puede?”, escribió un seguidor de Capriles de manera reciente en un diario caraqueño.
Y de pronto, cual ave fénix, el líder bolivariano resucitaba, hinchado a veces, demacrado otras, pero ahí estaba.
Claro, la propaganda electoral lo rejuvenecía con dibujos del presidente montando en moto, jugando al basquetbol o bailando rap.
Pero ahí sigue.
No ha dejado esa picardía malévola que gana el corazón de muchos y que ha provocado el desprecio de otro montón.
Sus apariciones en público son más shows de entretenimiento que actos políticos. No olvidemos: durante sus años en el ejército, se distinguió como animador de actividades recreativas.
Incluso, el propio “Coyote” (como le llama Capriles) hace poco anunció que, por su salud, estuvo evaluando renunciar a sus aspiraciones de ser reelecto y dejar la política.
“Llegué a pensarlo y lo hablé mucho con Fidel Castro esos días, hace pocos meses, asumir una campaña tan exigente como ésta. Sin embargo, me propuse hacer el esfuerzo y gracias a Cristo y al amor del pueblo, deseo seguir viviendo por ustedes”, dijo el pasado 8 de septiembre en una concentración de partidarios en Caracas.
¿Más show mediático dirigido al rating? Muy probable.
Hugo Chavez conoce el poder de las palabras por televisión. Y todo indica que el del cáncer tampoco lo ha doblegado.