Réquiem por un memorial

¿Qué pasaría si estuvieras en su lugar? Muchas veces me he hecho esa pregunta y la imaginación no alcanza por voluntad propia porque quién querría ser parte de las cifras que van en aumento de ejecuciones extrajudiciales, de morir en el “fuego cruzado”, de haber estado ese fatídico 25 de agosto en el Casino Royale.  

Para la mayoría, a excepción de los que tienen pensamientos suicidas, ninguno de nosotros hubiera querido ser o estar. 

Indira Kempis Indira Kempis Publicado el
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¿Qué pasaría si estuvieras en su lugar? Muchas veces me he hecho esa pregunta y la imaginación no alcanza por voluntad propia porque quién querría ser parte de las cifras que van en aumento de ejecuciones extrajudiciales, de morir en el “fuego cruzado”, de haber estado ese fatídico 25 de agosto en el Casino Royale.  

Para la mayoría, a excepción de los que tienen pensamientos suicidas, ninguno de nosotros hubiera querido ser o estar. 

Pero como dice la sabiduría popular “el hubiera no existe” y aunque deseáramos regresar estos seis años de guerra al día uno, es prácticamente imposible. 

Y, ¿ahora qué vamos a hacer? Esa es otra de las preguntas que aparecen cada vez que enfrentamos estas tragedias. 

Las respuestas no deberían quedar únicamente en los aspectos judiciales, aunque es lo primordial para que exista investigación y sanción en cada uno de estos casos. O en los legales para hacer las reformas para que se alcance la justicia con el debido proceso.

Las respuestas también deben estar en lo humano. Esto significa reconocer: uno, que estas muertes no son casuales y tienen explicaciones desde los expedientes particulares hasta el análisis de los sucesos socio-históricos que las acompañan. 

Y dos: que nos permiten reflexionar sobre el valor de nuestras vidas. 

Esos dos grandes aprendizajes han hecho que desde diversas voces de la sociedad civil planteemos la construcción de memoriales que sean símbolos de memoria, paz y justicia en diversas partes del país. 

Una de esas voces es el poeta Javier Sicilia, quien con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y otras organizaciones, habían logrado llegar a un acuerdo con la Presidencia de la República para la construcción de un memorial para las víctimas de la violencia. 

No obstante, después de conocer el formato y la ubicación (el Campo Marte), el movimiento renunció. 

Otras víctimas como Alejandro Martí e Isabel Miranda de Wallace, a diferencia de Sicilia, prefirieron suscribirlo. 

Es lamentable lo sucedido con el proyecto, pero era totalmente predecible. ¿Cómo esperar que  Felipe Calderón tuviera una visión congruente hacia un monumento que simbolizaría  los errores de su propia estrategia? 

Para los sorprendidos, era de esperarse que el “beneficio de la duda” sirviera más para la duda que para el beneficio de los deudos de esta guerra. 

Lo cual tampoco significa que los gobiernos no deban tener participación alguna en este tipo de proyectos, pero sí que las agendas ciudadanas alrededor del tema de seguridad deben ser eso: agendas ciudadanas que se complementan con las agendas públicas. 

No una sobre la otra en ningún caso. 

En la memoria y la “reparación” (es hora de que también encontremos otra palabra porque esa se está quedando corta) todos debemos involucrarnos, incluyendo nuestros gobiernos, pero con esa perspectiva de actos simbólicos humanitarios y no como quien, declararía Sicilia, pretende “lavar la imagen”. 

Hace algunos meses cuando intercambiamos ideas sobre proyecto de memoriales para los casos específicos de Guardería ABC, News Divine y Casino Royale con mi compañero Daniel Gesherson, reconocido defensor de derechos humanos, puntualizábamos en la gran necesidad de que existieran y no sólo para hacer una apología del dolor, sino que también reinventaran nuestra visión de futuro. 

La intención es que al acudir a estos espacios pudieras contagiarte de ese coraje cívico para transformar la realidad. 

Porque si de algo pueden servir estos memoriales es para simbolizar esa conciencia colectiva que tanto nos hace falta con respecto a la seguridad, los derechos humanos y la justicia. Para eso, no para encubrir el problema en el que estamos metidos.

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