Existen institutos técnicos, think tanks y organismos especializados en la investigación muy respetables y destacados en el mundo. Sin embargo, el éxito y el prestigio de estos depende intrínsecamente de la legitimidad con la que provean al mundo de información técnica. Esa legitimidad no se gana simplemente con los nombres célebres que conforman su consejo de administración, sí no con la manera de permanecer apolítico y de no favorecer los intereses corporativos de algunos actores.
En ese sentido, el reporte “Armed Conflict Survey 2017” publicado por el International Institute for Strategic Studies (IISS), en el que ubica a México como el segundo país más violento del mundo, detrás de Siria, deja mucho de que hablar.
Primero, el IISS ha fungido como un instituto de referencia global en torno a estudios cuantitativos y cualitativos en seguridad y asuntos internacionales durante décadas. Dentro de sus miembros se encuentran catedráticos y figuras internacionales de todos los sectores; políticos, económicos, empresariales etc. De hecho, como miembros y participantes se encuentran algunos mexicanos destacados.
Segundo, la respuesta tajante del gobierno federal, a través de un comunicado conjunto entre la secretaria de gobernación y la cancillería, nos dice que más allá de las diferencias políticas entre sus titulares- Osorio Chong y Videgaray- hay líneas que no van a dejar que se crucen. Pero ahí, en la respuesta que contradice al reporte existen aspectos técnicos que vale la pena debatir. Es cierto, existen países tan sólo en Latinoamérica que tienen mayor tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes que México; ahí esta Venezuela o Brasil. Sin embargo, la tipificación del combate al crimen organizado trasnacional en la última década si ha sido la de un conflicto armado- irregular pero si.
Existen diversas teorías que contemplan este escenario cuando la capacidad de fuego, la perdida de territorios geográficos a manos de la delincuencia; es decir donde el actuar del Estado ya no prevalece, el índice de muertes e influjo de dinero son tales que se le denomina conflicto armado. Y es que, al menos, para finales del sexenio de Calderón el termino narcoinsurgencia prevaleció en distintos puntos del país.
Tercero, pero resulta asombroso observar hasta donde han llegado los efectos de la fiebre mexicana ósea de la corrupción. Los poderes e intereses, que- no seamos ingenuos siempre han tentado hasta a los más creyentes- siempre tuvieron agua y toalla con que limpiarse las manos y la cara. Estas venían en forma de fundaciones de caridad, donativos y si, también en forma de institutos elite para la investigación.
Algunos creerán que la respuesta del gobierno y de muchos analistas técnicos en la materia- entre los que me incluyo- es la de que a México sólo lo podemos criticar los mexicanos, pero no.
El reporte del IISS tiene un tufo a que detrás de este hay mano negra. De la misma manera que utilizan a los medios de comunicación para tratar de protegerse, que a nadie le extrañe que ahora los OHL, Odebrecht y demás utilicen la cara limpia de estos institutos “apolíticos” para patear a México- por que Mr. Trump no espero para aprovecharlo- y para patear de ahogados. Al tiempo.