Renuncia en la Auditoría Superior

Julio Pilotzi Julio Pilotzi Publicado el
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La renuncia de Gerardo Lozano, director del área de Cumplimiento Financiero de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), ha pasado desapercibida, quizá por el momento en que vive el país. La discusión del Paquete Económico 2022 ha ocupado las primeras planas, incluso ha avivado el debate sobre los recursos recortados al Instituto Nacional Electoral; pero, además, porque así lo han decidido quienes conocen la gravedad de las denuncias del hoy exfuncionario, que prefiere que pasen al olvido los cambios al interior de ese órgano auditor. Basta recordar que un acto lastimoso para quienes han fortalecido esa Auditoría ha sido el nuevo reglamento interior, que deja en unas solas manos decidir qué se denuncia y qué no, cuya responsabilidad estará ahora en la Auditoría Especial de Seguimiento que encabeza Nemesio Arturo Ibáñez Aguirre, un hombre que sonríe, y no deja de entrar y salir de la oficina de David Colmenares.

La renuncia de Lozano Dubernard ha cimbrado a la ASF, cuyos funcionarios, junto con él, estaban a punto de presentar su renuncia; sin embargo, se sabe que él aconsejó que no lo hicieran, pues sus familias dependen de su trabajo. Asimismo, en su renuncia menciona a una gran cantidad de denuncias que, sospechosamente, están estancadas, y que nunca podrían ver la luz en la Fiscalía Anticorrupción; de lo cual, por supuesto, levantan las cejas quienes trabajan ahí, porque están ya en el escritorio de Colmenares Páramo y de Ibáñez Aguirre. Además de otro aspecto que pareciera encaminado a detener, ocultar, y dejar en la opacidad denuncias por posibles malos manejos de dependencias públicas, ya que ahora solo una oficina podría presentar esos trámites.

Recordará el penoso episodio de David Colmenares, en el que el titular de la ASF tuvo que separar a un funcionario por el informe de la cuenta pública de 2019 del primer año de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. En donde se decía que el costo de cancelar el aeropuerto sería de 331 mil millones de pesos, unos 16 mil 550 millones de dólares de ese entonces.

López Obrador dijo que los auditores habían actuado de “mala fe”. A partir de ese momento no se pudo recuperar David Colmenares, ese que sonreía cuando fue elegido en marzo de 2018 con gran respaldo del Congreso de la Unión, hoy se le ve solo administrando el puesto.

Desde ese señalamiento, Colmenares Páramo dejó de sonreír y le exigieron su renuncia, porque lastimaba a la institución con sus errores, de los que terminó culpando a los demás. Hoy, como en ese entonces, nuevamente está en el ojo del huracán, y el señalamiento ahora es que con ese cambio interno se está sometiendo a las decisiones de un mando superior con sede en Palacio Nacional. Cómo se extrañan los tiempos de tener a un Juan Manuel Portal Mártinez, quien hoy ve derrumbado el prestigio logrado.

Seguramente, dentro de todo esto, David Colmenares está más distraído disfrutando de las remodelaciones de lujo que se hicieron en el edificio donde despacha, donde se gastaron millones para tener oficinas “fifís”… de esas que hoy ofenden a la Cuarta Transformación. Quizá también esté tranquilo porque sabe que su destitución es compleja, pues se requieren de dos tercios de los diputados para que, respaldados en la ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas y el artículo 93, esto sea posible, aunque también él podría ayudar presentando su renuncia, a fin de no desprestigiar —aún más— el órgano técnico especializado de la Cámara de Diputados. Ese cambio interno podría ocultar y respaldar la corrupción de aquellos pillos que hoy ocupan puestos importantes, así como esconder operaciones de quienes prefieren no se sepa absolutamente nada. Se está a tiempo de corregir el grave error porque, de lo contrario, todo quedará en el sometimiento de una gran institución.

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