Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra, sin embargo, la bancada de Movimiento Ciudadano (MC), a cargo de Eduardo Gaona, no puede aplicar este proverbio, después de acusar a los legisladores del PRI y PAN de copiar sus iniciativas.
Los emecistas convocaron a una rueda de prensa en la que señalaron a la oposición de plagiar sus iniciativas, no obstante, de que quienes cometieron el primer pecado fueron precisamente ellos.
En este espacio adelantamos que promovieron como suyas iniciativas que fueron presentadas anteriormente, una práctica que ha sido recurrente en este grupo parlamentario, aunque se hagan llamar “la nueva política”.
Resulta difícil de creer que los diputados salgan y acusen la réplica de sus iniciativas, cuando fueron los primeros en aplicar esta práctica en esta legislatura.
Pero lo más lamentable es que señalen el reciclaje de propuestas cuando también aceptaron en su grupo, o más bien buscaron, a diputados de otros partidos.
Los legisladores emecistas tendrían que hablar con la verdad y no intentar engañar a la opinión pública.
Samuel da marcha atrás
Samuel García, gobernador de Nuevo León, no tuvo de otra que reconocer que se necesita conseguir otra fuente de abastecimiento de agua y construir un acueducto para traer agua del Río Pánuco, es decir retomar el proyecto Monterrey VI.
Lo cierto es que esta nueva postura contrasta con la que tomó hace algunos años durante su etapa como legislador.
Resulta que García, cuando buscaba reflectores para convertirse, primero en diputado local, luego senador y hoy gobernador, se manifestó en contra del proyecto Monterrey VI en una protesta, la cual llevó tiempo después llevó al Pleno del Congreso local, donde lo rechazó públicamente.
Primero rechaza traer agua de otra fuente, pero ahora lo aprueba, ya en el ejercicio de la gubernatura. La pregunta es: ¿Todos aquellos que rechazaban el Monterrey VI en su momento saldrán a manifestarse o lo van a avalar?
Parece que el tiempo termina por poner las cosas en su lugar, por lo que la nueva postura de García queda como ejemplo de que no se vale desacreditar un proyecto sin tener el sustento suficiente o solo por perseguir un objetivo político.