El año 2024 cierra con una reflexión inevitable sobre lo que se logró y lo que está pendiente por realizar en el sistema de salud. Entre reformas y reacomodos, el panorama es complejo, pero a la vez esperanzador. El gobierno de Claudia Sheinbaum ha marcado un giro notable: dejó atrás la comparación con sistemas de países nórdicos y enfocó su discurso en construir un sistema de salud robusto, unificado y sobre todo, accesible para millones de mexicanos.
Otro acierto de esta administración es intentar recuperar la rectoría de la Secretaría de Salud, perdida durante la pasada administración; rectoría que, “de facto”, asumió de manera protagónica otro de los subsistemas que conforman el aún fragmentado sistema nacional de salud.
La actual administración ha reconocido fallas estructurales que por años estuvieron presentes y que aún no han podido solucionarse. No es fácil admitir que la calidad de la atención en el IMSS, ISSSTE e incluso en el recién conformado IMSS Bienestar se ha deteriorado. Largas filas de espera, escasez de medicamentos y un trato poco digno para el usuario son realidades que se arrastran desde gestiones anteriores y que aún persisten. Al menos, ahora se reconoce la dimensión real de la problemática y se enfatiza la urgencia de resolverla.
Durante el 2024, se rehabilitaron algunas unidades médicas que habían sido inauguradas de forma simbólica, pero seguían abandonadas. Aunque este logro es digno de reconocimiento, el déficit de infraestructura sigue siendo enorme y la demanda de servicios supera con creces la oferta.
El reto de llevar profesionales de la salud a zonas rurales aún persiste, pese a la contratación de médicos cubanos, una medida justificada por la necesidad, pero cuestionada en algunos sectores. La falta de estímulos económicos adecuados, la violencia y la inseguridad continúan siendo asignaturas pendientes para que el personal de salud decida prestar sus servicios en áreas remotas y marginadas.
Con un incremento nominal de 8.7% en el presupuesto global destinado a la salud (3.8% en términos reales), la distribución no fue homogénea. Algunas instituciones estratégicas, como los Institutos Nacionales de Salud, sufrieron recortes de hasta 15%. La propia Secretaría de Salud con menos presupuesto podría enfrentar dificultades para coordinar un sistema que todavía sigue fragmentado.
Con miras al 2025, el gobierno plantea programas y promesas alentadoras: mejorar el abasto de medicamentos, digitalizar la gestión de citas e implementar expedientes clínicos electrónicos para reducir tiempos de espera. El IMSS Bienestar, responsable de atender a cerca de 65 millones de mexicanos sin seguridad social, promete fortalecerse, mientras que la iniciativa “Médicos del Bienestar” busca reclutar más personal en zonas rezagadas. Asimismo, destaca “Salud Casa por Casa”, enfocado en llevar atención domiciliaria a 13.6 millones de adultos mayores y personas con discapacidad.
Sin embargo, surge la pregunta de si estas acciones serán suficientes para mejorar la calidad de la atención médica y promover una participación comunitaria real. El programa “La Clínica es Nuestra”, anunciado como modelo de participación social en el 2024, tuvo un impacto más bien “cosmético” y no ha logrado emular los logros de la acción comunitaria que el IMSS Bienestar aplicaba con éxito desde hace décadas.
La interrogante sigue siendo cómo traducir los planes para el sector salud en servicios tangibles, oportunos y de calidad, puesto que los usuarios del sistema de salud son humanos de carne y hueso y no solo números o códigos computacionales.
La presidenta Claudia Sheinbaum culmina 2024 con un respaldo ciudadano de 73% y reconocimiento en foros internacionales, un capital político que puede sostener proyectos que demandan continuidad, recursos y planeación a largo plazo. Aun así, la transformación del sector no será inmediata: se requiere una estrategia integral que combine mejor manejo del presupuesto, pragmatismo con participación de la comunidad y, funcionarios capaces y comprometidos, donde la dignidad y la transparencia sean innegociables.
Si algo quedó claro en el 2024 es que, lejos de aspirar a “estándares escandinavos”, la prioridad radica en construir, paso a paso, un sistema sensible a las necesidades de la población.
La esperanza, sin duda, es lo último que se debe perder. Demos el beneficio de la duda. Al final, la salud de millones de mexicanos es el mejor aliciente para insistir en la búsqueda de soluciones efectivas y duraderas. ¡Feliz año 2025!