El desabasto de medicamentos es una problemática que ha marcado la agenda pública durante años. A pesar de los esfuerzos del gobierno por garantizar el acceso a los medicamentos esenciales, la realidad sigue siendo compleja y, en muchos casos, contradictoria.
Las cifras oficiales hablan de niveles altos de surtimiento de recetas. En 2023, el IMSS reportó un 98% de surtimiento, mientras que el ISSSTE alcanzó un 93.7%. Estas cifras parecen reflejar eficiencia, pero organizaciones como el Colectivo Cero Desabasto muestran otra cara de la moneda: más de 7.5 millones de recetas no fueron surtidas completamente ese mismo año, mientras que entre 2019 y 2023, se acumuló un total de 82.5 millones de recetas no surtidas en instituciones públicas, lo que subraya un problema persistente, más allá de los números oficiales.
Recientemente se presentó “Receta Completa”, como una herramienta para abordar el problema del desabasto de medicamentos. Este programa representa un esfuerzo que podría mejorar la experiencia de algunos pacientes.
La plataforma permite a los usuarios reportar la falta de medicamentos, lo que abre una puerta para atender casos específicos y ofrece la promesa de una solución rápida. Sin embargo, su implementación también expone el problema de un sistema que, en lugar de prevenir el desabasto, reacciona ante sus síntomas.
En un país con una brecha digital marcada, donde la mitad de la población rural carece de acceso a internet o a un dispositivo electrónico, trasladar la responsabilidad del reporte al paciente es problemático. Para quienes viven en comunidades alejadas, donde la conectividad es casi nula, este programa resultará prácticamente inaccesible.
La falta de soluciones específicas para estas zonas refuerza las desigualdades en el acceso a la salud y evidencia que “Receta Completa” no alcanza a todos.
Además, la responsabilidad de garantizar los medicamentos no puede recaer en el paciente. La idea de que sean los usuarios quienes deban reportar la falta de medicamentos genera una carga adicional para quienes ya enfrentan el estrés de una enfermedad.
Esto refleja no solo una falla en la estructura misma del sistema, sino también un enfoque limitado que ataca los efectos del desabasto, pero no sus causas. El verdadero problema radica en la falta de planificación, transparencia y una infraestructura sólida que permita prever y evitar el desabasto, en lugar de simplemente reaccionar ante él.
Resolver el desabasto de medicamentos no puede limitarse a atender los efectos visibles. Es urgente un cambio estructural que contemple la modernización integral del sistema de salud.
Esto incluye digitalizar los procesos de inventarios, mejorar la entrega al usuario final, fortalecer la producción nacional de medicamentos para reducir la dependencia de importaciones y garantizar la transparencia en la gestión de recursos.
También es fundamental reconocer las desigualdades regionales y diseñar estrategias específicas para comunidades rurales y marginadas, asegurando que la salud sea un derecho universal y no un privilegio reservado a quienes tengan acceso a un equipo digital para reportar la falta de medicamentos.
Las cifras oficiales también presentan un reto de interpretación. Los números, aunque aparentemente positivos, no cuentan toda la historia.
Los niveles altos de surtimiento pueden ser “maquillados” por prácticas comunes como la prescripción limitada a los medicamentos disponibles o la falta de registro de recetas no surtidas en las farmacias de las unidades médicas.
Esto subraya la necesidad de transparencia y de indicadores confiables que reflejen las experiencias reales de los pacientes.
El desabasto de medicamentos no es un problema técnico, sino una prueba del compromiso de un país con su población más vulnerable. Es el reflejo de las fallas de un sistema aún está en vías de consolidarse como un verdadero pilar de equidad y justicia.
Cada receta no surtida es un recordatorio de los vacíos que aún existen en las políticas públicas y en la gestión de la salud.
El desabasto es un problema con solución. Transformar este panorama es posible, pero requiere decisiones firmes y un compromiso auténtico con la equidad.
“Receta Completa” puede ser el inicio de un cambio más amplio, pero solo si logramos transformar esta iniciativa en una base para políticas públicas sólidas.
El desabasto no solo desafía al sistema de salud, también pone a prueba la capacidad para garantizar lo más básico: el acceso a la vida misma.
Porque al final, la verdadera medida de un sistema de salud no es cuántas recetas se surten, sino cuántas vidas se mejoran.