Pareciera que de manera súbita la luz ilumina los grotescos actos de corrupción del panismo, cuando en realidad eran vox populi hace mucho tiempo. El caso de Oceanografía tiende a continuar una lamentable constante, ella es, que los escándalos de corrupción son señalados desde el exterior y mantenidos en la opacidad hasta que ya no es posible seguir tapando el sol con un dedo.
Mientras el panismo llegó, se quedó y estuvo durante dos sexenios pisoteando la divisa del tricolor, endilgando a éste el monopolio de la corrupción, el gobierno en turno no acaba de decidir qué hacer con los rampantes atracos cometidos por célebres panistas, que pasaron de no poder pagar la hipoteca a comprar en precios de risa departamentos lujosos frente al Bosque de Chapultepec.
En realidad lo que ocurre hoy es una lucha de cárteles, que se debaten por el control de las gruesas partidas. La célebre Función Pública, con sus inocuas inhabilitaciones a personajes que no tienen que volver a trabajar nunca, y la ASF, cargando en el erario y abonando en el olvido, durante años dejaron que esa empresa sirviera de cámara de compensación de favores entre los capos de las pandillas azules.
De no haber reclamado desde el exterior citi -el banco más favorecido por el panismo- al quedar obligado a reconocer algunas de las tantas partidas de humo que registra como activos, el tema no estaría en los medios. Pero en este circo hay más pistas de las que aparecen iluminadas.
Resulta que ahora, lejos de dar cuenta de cómo armaron el barril sin fondo, Luis Ramírez Corzo, el J.J. Suárez Coppel, Cesar Nava y Néstor García Reza, pueden resultar beneficiarios, al construir la empresa que pretende recoger los bártulos, filtrando información que derribará a la empresa foxista. Oro Negro es de ellos, por no decir abiertamente que la riqueza petrolera se la escrituraron desde adentro cuando ocuparon puestos directivos.
Inconfundibles las vías, documentos y mano que se esconden tras tirar la piedra, firmas de ese grupo que se enriqueció a la sombra de los “empresarios” que hoy denuestan con anónimos. El dinero va y viene al lejano oriente y regresa con antifaz fiduciario. La guerra de tinta tiene como objetivo expulsar a los de antes y entronar a la empresa que sin explicar cómo sus planes y proyectos– que suponen la tenencia y posesión de información estratégica- la colocan al frente en las licitaciones.
En ello ha sido clave que las instancias de fiscalización continúan teniendo un pie anclado en el pasado y otro en el presente, aspirando a un futuro fuera del sector público.
Sorprendentemente, fue en la PGR donde surgió una pieza que no embona en el plan maestro de la corrupción, la simulación y la impunidad, la Unidad Especializada en Análisis Financiero, que en el caso de Mexicana de Aviación ha mostrado independencia y profesionalismo, al igual que hoy lo hace en el análisis de flujos de dinero de y hacia Oceanografía. Así, la jugada puede acabar mal para ambos cárteles. Que así sea!