¿Quién 
gobierna?

Es por ello necesario entender cómo funcionan los poderes fácticos y los grupos de interés en su lucha por ejercer influencia en el poder.  Estos grupos representan intereses particulares y buscan ejercer presión sobre los creadores de políticas públicas para empujar una agenda en el sentido que a ellos más les convenga.

Emilio Lezama Emilio Lezama Publicado el
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Es por ello necesario entender cómo funcionan los poderes fácticos y los grupos de interés en su lucha por ejercer influencia en el poder.  Estos grupos representan intereses particulares y buscan ejercer presión sobre los creadores de políticas públicas para empujar una agenda en el sentido que a ellos más les convenga. El politólogo norteamericano Robert Dahl definió a los grupos de interés como “grupos de individuos con ciertos valores, objetivos y demandas en común.” El concepto es amplio y puede aplicar a prácticamente a todo conglomerado que busque ejercer presión en favor de una cierta agenda, no obstante, éste es generalmente  utilizado para denotar a los grupos de interés económicos, empresas, empresarios, y asociaciones. 

El poder de estos grupos de interés recae en el hecho de que por definición estos poseen  recursos atractivos para los políticos. Dependiendo del grupo de interés los recursos pueden ser variados: dinero, información, votos, buena imagen pública, conocimiento, entre otros. En su sentido más benévolo, los grupos de interés pueden ser canales de comunicación a través de los cuales los ciudadanos pueden expresar sus opiniones a aquellos encargados de tomar las decisiones. No obstante, ese poder muchas veces recae sobre empresas privadas o nichos empresariales cuyos intereses son únicamente el propio beneficio. En ese sentido el ejemplo del National Rifle Association en los Estados Unidos es emblemático de un grupo de interés con una posición privilegiada en la toma de decisiones. Pero si bien la NRA es un caso de un grupo de interés que tiene un peso significativo en las políticas públicas hay otros grupos de interés que exageran su influencia reivindicando triunfos políticos sin que estos realmente estén relacionados con ellos. No hay que olvidar que en países donde la cultura política es elevada, al depender de los votos, muchas veces los legisladores no están dispuestos a tomar medidas que puedan afectar su popularidad aun cuando la presión de los grupos de interés sea considerable. En EU y en México “el lobbying” es una práctica común que influye directamente en las decisiones políticas. En ese sentido  y como ejemplo, si grupos de interés como Grupo Carso, Televisa o Tv Azteca no han reaccionado de manera más energética a la reforma de telecomunicaciones es porque estiman que los costos no son tan altos y que incluso pueden ser transformados en ganancias. De igual forma los “recursos” que poseen esos tres grupos de interés son aún demasiado importantes como para que un gobierno como el de Peña Nieto pudiese prescindir de ellos. En el fondo de la reforma de telecomunicaciones como en la mayoría de las decisiones políticas existe una negociación entre los grupos de interés y el gobierno en la cual se busca llegar a un equilibrio de ganancias. El caso contrario es el de Elba Esther Gordillo quien a pesar de poseer una gran cantidad de “recursos” (un sindicato, un partido político, votos) perdió influencia pues en el costo-beneficio sus “recursos” se devaluaron. Las pérdidas políticas de sostenerla se volvieron más importantes que las ganancias y su poder quedó erosionado. Empero, lo ideal es crear mecanismos que permitan a los ciudadanos regular el poder de estos grupos. Dado a que esto es difícil, la única manera de lograr contrarrestar esa influencia es creando un sistema político de recompensas donde el gobernante tenga que rendir cuentas ante el ciudadano. Aunque en la teoría esto es lo que debería suceder, en muchas regiones del país los gobernantes carecen de vigilancia ciudadana .

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