Los emprendedores parecen indestructibles, pero no lo son. Ellos son líderes y deben estar siempre ahí para su equipo, pero ¿quién los consuela a ellos, cuando se derrumban y ya no pueden más?.
Tengo ganas de llorar a moco tendido. Soy papá y emprendedor, y no me he dado permiso de derrumbarme en casi tres años.
He tenido buen cuidado de guardarme las angustias, las taquicardias y la ansiedad debajo de las almohadas en las noches de insomnio o entre los árboles mientras camino para buscar la calma.
No puedo estar mal. Tengo que estar bien para mi familia, mis amigos, mis clientes. Debo mantenerme positivo y fuerte sin importar lo que pase.
Decidí emprender y por eso debo tragarme la incertidumbre por el dinero que no cae, amarrarme las tripas hechas bola ante el desaire de los clientes, enterrar la frustración de armar decenas de propuestas de nuevos proyectos y recibir como respuesta la cachetada del silencio…
Quisiera correr a refugiarme en los brazos de mi madre, como cuando tenía 5 años y algún compañerito de la escuela se burlaba de mí. Y llorar sin límites, desbordarme sin que nada más me importe.
¿Te has sentido así? ¿Has sentido que después de tres años el cansancio, el estrés y las presiones acumuladas te están ahogando?
Estoy seguro que sí. Ya se que se llama “ser adulto” y a todos nos pasa.
Pero a las personas que emprenden –un negocio, un proyecto o cualquier cambio retador en su vida– nada de esto los detiene. Siguen con la fe puesta en su sueño, con la sonrisa lado a lado, trabajan sin descanso con la convicción de que vale la pena.
Como emprendedores inspiran a otros, los motivan, los alientan, los consuelan cuando algo no sale bien.
Pero, ¿quién los consuela a ellos, cuando se derrumban y ya no pueden más?
Y es que el consuelo es “una necesidad humana esencial, que nos acompaña desde nuestros primeros pasos y tropiezos”, escribe Irene Vallejo en una columna en El País.
Porque el miedo y la tristeza también invade a los emprendedores, tal vez más seguido y con peores caras que al resto de las personas que prefieren quedarse en su zona de confort.
Tu muro de contención
Si eres uno de esos seres que emprende, que hace lo que tiene que hacer para cambiar lo que no le gusta, que se arriesga y que siempre está para consolar e impulsar a los demás, entonces estoy seguro que necesitas con urgencia un abrazo, alguien que te escuche y de quien te puedas sostener.
Pero, ¿a quién recurrir? ¿Dónde encontrar ese consuelo que tanta falta nos hace para volver a darlo todo con todo el entusiasmo?
No tengo la respuesta. Lo que sí sé es que sin este consuelo en tu vida no vas –vamos– a llegar muy lejos.
Te propongo buscar a un amigo o amiga muy cercanos, a tu pareja, a un psicólogo, a un coach, a un mentor, a Dios… Mejor a todos al mismo tiempo porque necesitas desarrollar tu ‘muro de contención’.
Porque nadie llega muy lejos solo. Tú, por muy emprendedor que seas, necesitas a los demás, y solo si te muestras vulnerable dejarás entrar esa ayuda que necesitas.
Como dice la investigadora, speaker y escritora Brené Brown, “la vulnerabilidad es tener el coraje de aparecer y ser visto cuando no tenemos control sobre el resultado”.
Así lo hago yo con este artículo: Me muestro vulnerable para decirte que necesitas –y yo también– un poco de consuelo.
Genaro Mejía es periodista de negocios, mentor, consultor y speaker. LinkedIn Top Voices Latam 2019 y fundador de BAR EMPRENDE.