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Que sí, que no…

Pues el gobernador de Michoacán, Salvador Jara, asegura que no hay Blancos de Troya, que no existe un nuevo grupo de autodefensa, que en el estado todo está en paz y se está resolviendo la inseguridad. Los michoacanos quedaron atónitos con los dichos de su mandatario. Pero más impresionados quedaron los agentes del CISEN y de la Policía Federal que trabajan de manera preventiva por si el grupo rebelde actúa de manera sorpresiva. Es decir, todos saben que ahí están pero el Gobernador declara que no es cierto. ¿A quién creerle? Vaya paradoja a la que se enfrentan los michoacanos.

Pues el gobernador de Michoacán, Salvador Jara, asegura que no hay Blancos de Troya, que no existe un nuevo grupo de autodefensa, que en el estado todo está en paz y se está resolviendo la inseguridad. Los michoacanos quedaron atónitos con los dichos de su mandatario. Pero más impresionados quedaron los agentes del CISEN y de la Policía Federal que trabajan de manera preventiva por si el grupo rebelde actúa de manera sorpresiva. Es decir, todos saben que ahí están pero el Gobernador declara que no es cierto. ¿A quién creerle? Vaya paradoja a la que se enfrentan los michoacanos. Vaya tarea que le toca resolver al próximo gobernador, de extracción perredista, Silvano Aureoles.

Los apoyos de Anaya

Primero fue el polémico Francisco Ramírez Acuña, ese exgobernador de Jalisco que cuando fue presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados lo primero que hizo fue comprar una Suburban para viajar más cómodo. Luego fue Juan José Rodríguez Prats, el expriista que en una de sus clásicas muinas se salió del PRI porque no le dieron la candidatura al gobierno de Tabasco. Esos son los apoyos que en los últimos días ha sumado a su campaña el joven queretano, Ricardo Anaya, quien aspira a dirigir el papismo nacional. Si supiera lo que en realidad piensa la militancia, o los propios cuadros importantes del partido sobre estos dos personajes, a lo mejor no se sentiría tan contento. 

Todos vs Trump

La protesta estuvo nutrida, las consignas fueron implacables: “Donald escucha, estamos en la lucha”. Los manifestantes declararon a Trump en bancarrota moral. De nada va a servirle su dinero de aquí en adelante. La indignación fue tal que tuvo que llegar la policía. ¿Adivina usted dónde fue la protesta contra el millonario norteamericano? Sí, en Washington, frente a lo que será su nuevo hotel. En México la indignación ciudadana palideció frente a la protesta de migrantes mexicanos, puertorriqueños y de otras naciones latinas que se sienten ofendidos por que el empresario aseguró que los mexicanos que llegan a Estados Unidos son violadores y narcos. Allá la ofensa la llevaron a las calles. Aquí, en donde deberíamos estar más ofendidos, todavía no sucede eso.

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