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¿Qué pasa con Gruma?

La herencia de Roberto González Barrera amenaza con complicarse. Y el caso de Gruma es apenas el botón de muestra.

La súbita aparición de Fernando Chico Pardo, interesado en comprar 23 por ciento de las acciones de la empresa alimenticia más fundamental de México, despierta todo tipo de sospechas.

Es cierto que el financiero tiene fama de ser un “cascador” profesional. Adquiere corporaciones a las que les aprieta el gasto para elevar utilidades y subir con ello el valor, para luego vender.

La herencia de Roberto González Barrera amenaza con complicarse. Y el caso de Gruma es apenas el botón de muestra.

La súbita aparición de Fernando Chico Pardo, interesado en comprar 23 por ciento de las acciones de la empresa alimenticia más fundamental de México, despierta todo tipo de sospechas.

Es cierto que el financiero tiene fama de ser un “cascador” profesional. Adquiere corporaciones a las que les aprieta el gasto para elevar utilidades y subir con ello el valor, para luego vender.

Pero el caso de Gruma se cuece aparte. Por ser la mayor productora de harina de maíz y en consecuencia de la indispensable tortilla, se vuelve estratégica. Alimentaria y políticamente hablando.

Por eso sobran los que piensan que el amor a primera herencia que le brotó a Chico Pardo por Gruma podría esconder las intenciones de otros compradores que en este momento no quieren dar la cara.

La urgencia con la que el financiero negocia con Archer-Daniels-Midland (ADM), el presumir una operación como hecha, aunque falte la última palabra del Consejo y de la familia, que tienen el derecho de tanto, obligan a cuestionar.

Y sobre todo despierta todo tipo de suspicacias que aparezca en el horizonte el fantasma de un cambio de manos de tan estratégica corporación global en los días en los que está por asumir el poder el llamado Grupo Atlacomulco.

La palabra maíz y el Estado de México arrastran un largo historial. Ya lo veremos.

PRI contra PRI 

“Haiga sido por lo que haiga sido”, fracasó la aprobación de la Reforma Laboral tal y como la hubieran querido los líderes sindicales del PRI, los dirigentes de las cúpulas empresariales y hasta jerarcas  del “nuevo” PRI.

Y es que de acuerdo con lo que se vio y se vivió ayer en el Senado, Enrique Peña Nieto tuvo que doblar las manos y dar línea para meter reversa a lo que ya se había aprobado en la Cámara de Diputados. 

Ahora lo que está por verse es cómo reaccionarán los líderes sindicales tricolores y hasta Manlio Fabio Beltrones,  quien sí pudo sacar adelante el proyecto, sin ningún rasguño para los sindicatos priistas.  

El proyecto de reforma, que todavía no es ley, tendrá que regresar a la Cámara de Diputados. 

Si algún día se convierte en ley, la reforma no será promulgada tal cual lo exigían en desplegados las cúpulas empresariales.

Y por otra parte, habría que considerar si los líderes sindicales priistas están dispuestos a someterse los próximos seis años a la voluntad presidencial. 

Porque una cosa es que a los senadores priistas que son líderes sindicales les hayan torcido la mano, y otra muy distinta es que estén dispuestos a aceptar, sin chistar, los deseos de Los Pinos. 

Y es que la “línea” de Peña Nieto no hizo mucha gracia a los jerarcas sindicales tricolores que como Isaías González decían antier que no cambiarían ni una coma a lo que ya se había aprobado en la Cámara de Diputados.

Con todo y los artículos aprobados por ambas cámaras lo cierto es que hasta ahora no hay reforma laboral. Como también es cierto que ayer no ganaron ni Calderón, ni Peña Nieto.

Calderón le quedó mal a Peña Nieto, y el presidente electo a la nomenklatura sindical de su partido. 

Ahora que en la aprobación del discutidísimo artículo 371, esta vez la votación de la oposición (alianza PAN-Izquierda) fue de 67 votos. Y en contra: 61 votos. 

¿Quién dijo que no se pueden amalgamar  la izquierda con la derecha?

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