Pu… el que no coopere

Héctor Quispe Héctor Quispe Publicado el
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A la fuerza, ni los zapatos entran, reza el proverbio recurrente del refranero mexicano. Cuando toda batalla parecía perdida respecto a los intentos por erradicar el casi tradicional grito de ¡eeeeh… puto! que se usa para acompañar los despejes del arquero rival en los partidos del Tri, apareció la  viva voz del único personaje autorizado por el fan para hablar con él. Todo cambia.

Eran los momentos previos al partido contra Panamá, el 30 de junio, en Nashville. Como en casi todos los partidos que juega la Selección Mexicana en Estados Unidos, había casa llena, pues si hay algún país donde el Tri sea tratado como anfitrión por los fans es ese, formados en su gran mayoría por inmigrantes.

Y los paisanos comenzaban a respirar hondo en la grada para participar a su modo, especialmente a los que les tocó estar detrás de la portería del guardameta adversario. La tentación es mucha cuando se tiene el poder de desquitarse de las imposiciones, sin ningún riesgo entre la masa, bajo la manta del anonimato.

En la media cancha se colocó una lona que cubrió todo el círculo central de color negro con una leyenda rodeada de los logos de los sponsors participantes:

“Todos los patrocinadores deben cumplir con el código de conducta de los fans, incluida la prohibición de los cánticos discriminatorios. El no hacerlo podría resultar en EXPULSIONES (de gritones del graderío) Y PAUSAS (así, en mayúsculas estas palabras), SUSPENDER o CONCLUIR el partido, en cuyo caso no se emitirán reembolso”, es la traducción de la enorme amenaza escrita en inglés, que de entrada fue recibida con abucheos, pitidos y mentadas.

¡OOPS, SILENCIO, ES MEMO!

Antes de cantarse los himnos de cada representativo, de repente, una figura de melena ensortijada pidió el micrófono entre el resto del equipo mexicano. Este simple hecho comenzó a invadir de expectativa a la gente en la tribuna.

Los parlanchines fueron callados, con el clásico “shhh…” y “silencio, es Memo Ochoa”.

“A nombre de la Selección Nacional de México, el staff y los jugadores, nos da mucho gusto estar esta noche con ustedes”, irrumpió un sonriente arquero nacional con palabras que no parecían leídas, sino expresadas con un deseo interior, lo que recibió inmediata respuesta de aplausos. Acto seguido, frunció un poco el ceño y abrió más los ojos para cambiar el mensaje, que más que serio parecía con tono de preocupación.

“Así como nos da gusto que estén queremos que sigan asistiendo a los estadios, apoyándonos en Estados Unidos y México.

“A nombre de nosotros, los invitamos a que nos comportemos con respeto, respeto entre nosotros, por el rival, respeto a los árbitros. Disfruten el partido y viva México”, afirmó el guardameta nacional, mientras la gente sorprendida por la petición asentía con la cabeza y ovacionaba el mensaje.

El aparentemente improvisado gesto de los jugadores del Tri se repitió antes del partido contra Nigeria. Ahora quien tomó el micrófono fue el mediocampista del Atlético de Madrid, Héctor Herrera, quien expresó, en palabras similares, igual misiva, con la misma reacción del público.

¿Qué sucedió en las gradas? ¡Eureka! Los fans se comportaron.

NO ES UNA IDEA ORIGINAL

Fue el 16 de octubre de 2016, en el Estadio Carlos Iturralde Rivero, antes de iniciar un partido de la Segunda División mexicana entre el Yucatán contra Lobos Buap, en la península del sureste. El delantero de los Venados, Ulises Briceño, de 23 años de edad, esperó a que terminara el protocolo del himno de la liga y a que concluyera una mujer de hablar brevemente sobre el cáncer de mama, para pedirle el micrófono.

“Juntos hagamos un compromiso: paremos en este estadio el ‘¡eh puto!’ y respetemos a nuestros porteros rivales. Se lo pido y vamos con todo. Repito: paremos el ‘¡eh puto!”. Fueron más los aplausos que los abucheos y el Respetable se portó muy bien.

ASCENDENTE MORAL

Luego de pagar multas e invertir en campañas para aniquilar el incómodo grito, la Federación Mexicana de Futbol pareció rendirse ante la más reciente sanción económica.

Las palabras del titular del organismo, Yon de Luisa, parecieron hacer eco en los comentaristas deportivos tras su gesto de enfado e impotencia, diciendo que no era permisible otro grito, que incluso podría dejar fuera a México del Mundial de Qatar 2022.

El ascendente moral o predominio de influencia sobre los fans no será de la FIFA ni de la FMF. Un exabrupto surgido por la masa de manera natural solo va a aplacarse por algo lo más parecido posible. Ojo con la palabra “natural”.

Las razones de peso de esas declaraciones mediáticas eran de una preocupación más por el mediano plazo, cuando México se encuentra en plena campaña política para tener algo más que 10 partidos de la Copa del Mundo tripartita de 2026. Estados Unidos decidió invitar a este país, lo mismo que a Canadá para dividir los costos de ser sede, a cambio de una participación pequeña para los convidados.

La FMF desea que al menos uno de esos 10 cotejos que le toca organizar sea la inauguración en el Estadio Azteca. Se trata de un asunto significativo y alcanzable, porque el Coloso de Santa Úrsula es el único que ha albergado los inicios de cinco Copas del Mundo. Se abrieron aquí las de las selecciones absolutas de varones en 1970 y 1986; de la categoría Sub 17, en 2011; de la Juvenil en 1983, y de la Femenil, por invitación, en 1971. Y desea una sexta, con todos los beneficios económicos que acarrearía.

La aparente incapacidad para controlar a los fans descarriados, podría ser tomado como un argumento de los estadounidenses para no concederle ese privilegio, que significa el doble de ingresos, que si no se logra.

MAGNIFICACIÓN DE ‘PUTO’

Más que una definición de diccionario, el significado de la palabra “puto” debiera analizarse desde sus acepciones antropológicas.

Los intelectuales de la FIFA definieron a su modo el término, primero como grito homofóbico, con las connotaciones del caso, y luego como discriminatorio, para no quedar ajena a su disputa permanente con México para demostrar que ya está libre de suciedades corruptas e ideológicas que le obligaron a renovar todo su séquito en 2015, que ocasionó la salida de su presidente Joseph Blatter.

El compilado de jergasdehablahispana.org define la palabra desde su coloquialismo. Ser puto en América Latina y, por ejemplo, en Honduras, a veces es todo lo opuesto a la homofobia, pues muchas veces se tacha de tal a quien posee muchas mujeres: “Sonia no se casó con Javier porque conoce su fama de puto. Es tan puto que ni sus propios hermanos lo dejan con sus mujeres”.

La Real Academia de la Lengua Española en su sección e consultas dice que puto simplemente se emplea como intensificador de una jerga juvenil de España y “no recomendable para la lengua formal”. Por ejemplo, “me putoencanta”. Incluso, añade que “como elemento átono, antepuesto a adjetivos, adverbios o verbos funciona como prefijo intensificativo malsonante (con valor de ‘muy’ o ‘mucho’)”, como “qué putodivertido es jugar a eso”; “me putoencanta”, o “Lo pasamos putobién”.

Como dicen los bien portados ¡qué fresas! Ah, pero como viene de México, de tradición machista, entonces es cualquier otra cosa.

El caso es que con la palabra “puto” se dicen muchas cosas con una connotación distinta que nada tiene que ver con el futbol.

ASCENDENTE MORAL

¿A quién le hacen caso los fans? ¿A la FMF, a la FIFA o al jugador que sigue y admira?

Pero el fan no es tonto. Se da inmediatamente cuenta cuando los mensajes son impuestos, aunque las digan sus ídolos.

La natural aversión a lo normativo hace que la gente se ría de la aparente preocupación de los directivos. No se traga el cuento de que los seleccionados nacionales inviten con muy limitado histrionismo a ya no expulsar el grito incómodo, para que no castiguen a la FMF con más multas. Es cierto, no lo piden con palabras, pero el guión está bajo el membrete federativo, y por eso no cuenta.

La luz al final del túnel es que los jugadores no lean un script, que a pesar de no ser un asunto original, pero que de verdad sientan lo que dicen y lo transmitan a sus fans. Ése debe ser el camino, aunque van los primeros pasos.

Para esperar que el fan coopere, habrá que bañarse un poco de pueblo para entenderlo, que de diferentes clases sociales acude a un estadio no a rezar ni a curarle el bolsillo a los directivos, sino a desahogarse de las penurias cotidianas y comunicarse de verdad con sus jugadores favoritos. #AverQuéSigue

Fuentes externas: Archivo en The New York Times, Columnas del autor en El Heraldo de México, MedioTiempo.com, Red Forbes; AM de Querétaro, y Fan Datos de CID Consultoría

¿Quién es Héctor Quispe?

Periodista y consultor. Dirige CID Consultoría, casa de soluciones en cifras y contenidos enfocados en el fan y su identidad; es MBA en Dirección y Gestión de Entidades Deportivas, por la Universidad Europea de Madrid; tiene la especialidad de Periodismo Deportivo, por el Programa Prensa y Democracia de la Universidad Iberoamericana. Coordina el Diplomado de Periodismo Deportivo Digital en la Escuela Carlos Septién García, y da clases en el de Marketing and Communication for Sports Brands, en la Universidad Anáhuac. Su análisis es consultado por diferentes medios en torno a negocios y deporte: Red Forbes, MedioTiempo, Expansión, El País, Fox News, Telemundo, Foro TV y TUDN, entre otros, además de que funge como Senior Editor en el diario AM de Querétaro desde noviembre de 2020. Es coautor del libro “Cómo hacer Periodismo Deportivo. Una visión Iberoamericana”, y publica esta columna cada jueves en la multiplataforma de Reporte Índigo.

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