A propósito de Thanksgiving…
Imagina que decidiste ir de vacaciones con tus amigos. Luego de registrarte en el hotel, subes a tu habitación y estás gratamente sorprendido porque supera tus expectativas, la ves padrísima y amplia, te sientes feliz por el viaje que mereces, sales al balcón y celebras la hermosa vista al mar que tienes enfrente, te instalas y te cambias de ropa para bajar a encontrarte con el grupo.
Annette ManautouImagina que decidiste ir de vacaciones con tus amigos. Luego de registrarte en el hotel, subes a tu habitación y estás gratamente sorprendido porque supera tus expectativas, la ves padrísima y amplia, te sientes feliz por el viaje que mereces, sales al balcón y celebras la hermosa vista al mar que tienes enfrente, te instalas y te cambias de ropa para bajar a encontrarte con el grupo.
En la recepción ya está uno de tus amigos y te dice: “Me dieron un ascenso, mi habitación es una suite con jacuzzi”. En una fracción de segundo tu hermoso cuarto se evapora, su amplitud se reduce a la estrechez de dos estrellas, la ventana al mar deja de quitarte el aliento, y en tu mente te preguntas: “¿cómo me voy a conformar con un simple cuarto?”.
Este es uno de los grandes fenómenos que aquejan a la mayor parte de la sociedad actualmente.
¿Cuántas veces has experimentado estas situaciones? Estás emocionado con algo y te desilusionas en cuanto piensas que lo del otro es mejor que lo tuyo.
Por eso el dicho de “el jardín del vecino siempre es más verde que el mío”.
Se vive continuamente comparándose con los demás. Pensando que si otro tiene algo mejor que tú o tiene más que tú, de seguro es más feliz.
Eso te hace infeliz porque te enfocas en lo que no tienes y no valoras lo que sí. Te hace sentir carente, dejas de gozar con lo que la vida te brinda, deseando tener lo de los demás. La realidad es que estás en un error porque este enfoque se opone a al propósito de ser felices.
Siempre habrá personas con más y otras con menos que tú. Sencillamente agradece todo lo que tienes, ama lo que hay, deja el programa de competencia del que se vale la mercadotecnia actual para manipularte, dejarás de sufrir y competir. Aprecia lo que tienes sin compararlo. Verás que cuando tu enfoque es el agradecimiento experimentarás lo que es sentirse privilegiado.
Tú eres un individuo, eres individual, no eres igual a nadie y tienes una misión en esta vida que nadie puede hacer por ti. Si quieres que tu pasto esté más verde ¡Haz que sea más verde! Así de simple. No hay necesidad de voltear a ver el de tu vecino. El día que estés verdaderamente satisfecho con tu jardín, no vas a sentir la necesidad de voltear a ver ningún otro.
El dicho es cierto, pero los vecinos observan el tuyo y les parece más verde, más tupido y mejor. Esa es la ilusión que crea la mente y te separa, además de mantenerte en conflicto.
Llevas puesta una máscara para que los demás crean que eres más feliz que ellos y tú crees que ellos son más felices que tú.
¿Quieres saber en que acaba la historia del viaje con tus amigos?
Resulta que después de la cena tu amigo te confiesa que lo del ascenso de habitación y el jacuzzi era solo una broma. ¿Y qué pasa? Tus expectativas volvieron a su estado original (volviste a estar feliz con tu cuarto) y el alma te regresó al cuerpo saliendo en forma de carcajadas.
¿Te das cuenta como tu mente juega contigo y te hace caer en una revolución de expectativas? Valora y agradece siempre lo que tienes, que no dependa de lo que tienen los demás, reconoce que tú eliges entre sentirte carente ó privilegiado y que tienes todo para ser feliz.
Te das cuenta de que se trata de una cuestión de enfoque: ¿quieres enfocarte en lo que te falta y preocuparte porque lo tuyo sea más y mejor que lo de los demás? Pues vivirás en la montaña rusa de las emociones pasando del gozo a la desilusión y la insatisfacción constante. Si te enfocas en valorar y agradecer lo que tienes mantendrás la paz y el gozo en tu corazón sin importar lo que tengan los demás.
Si no estás feliz con lo que tienes, ¿por qué vas a ser feliz con lo que no tienes?