¿Por qué creer?

Por segunda ocasión en México se llevó a cabo, en esta ocasión en San Luis Potosí, un Foro que bajo las preguntas vitales de ¿Qué quiero hacer de mi vida? ¿Cómo puedo ser feliz? ¿Qué quiere Dios de mi vida?  Aglutina a cientos de jóvenes y adolescentes entre los 15 y 20 años, inquietos por encontrar el sentido de su vida.

Ingresar al mundo de la fe no es tarea fácil. Es el mundo del más allá en el que la vista, el tacto y los demás sentidos pierden fuerza y entra la razón, el coraje, la fuerza interior y la confianza en el corazón y en lo más noble de la persona.

Pablo Mier y Terán Pablo Mier y Terán Publicado el
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Por segunda ocasión en México se llevó a cabo, en esta ocasión en San Luis Potosí, un Foro que bajo las preguntas vitales de ¿Qué quiero hacer de mi vida? ¿Cómo puedo ser feliz? ¿Qué quiere Dios de mi vida?  Aglutina a cientos de jóvenes y adolescentes entre los 15 y 20 años, inquietos por encontrar el sentido de su vida.

Ingresar al mundo de la fe no es tarea fácil. Es el mundo del más allá en el que la vista, el tacto y los demás sentidos pierden fuerza y entra la razón, el coraje, la fuerza interior y la confianza en el corazón y en lo más noble de la persona.

La fe no es ni una alienación ni una estafa, sino un camino concreto de belleza y de verdad que permite a los hombres mirar sin gafas el rostro maravilloso de Dios.  Los ponentes, tres mexicanos; un prestigiado conductor de televisión, una empleada de televisa y un prestigiado penalista,  que tuvieron el valor desvelar y compartir su vida; los organizadores, un grupo de jóvenes liderado por Adriana Guevara, madre de familia y líder social, creadora del concepto y promotora incansable de la fe; el lugar, estado de San Luis Potosí; los asistentes, más de ochocientos jóvenes principalmente  del estado de San Luis Potosí.

El foro es una llamada de atención a ver la luz y no el abismo, a mirar arriba en vez de abajo, a no perder la perspectiva de eternidad, la dimensión fundamental y el sentido de la vida, a trascender el pensamiento triste y pusilánime de quieres piensan que lo único que existe es lo concreto lo inmediato, lo material, dejando en el olvido o el baúl de los olvidos el famoso más allá. A la fe se accede siempre por la gracia y las hay extraordinarias, basta leer a San Pablo para entender cómo puede Dios de un golpe hacer de un pagano o un perseguidor de cristo, el más fiel de sus seguidores, pero este camino es poco transitado. 

Pero a la gracia se  ayuda mucho  del testimonio de personas iguales de carne y hueso que tienen el coraje de desnudar su vida en público y plantear su conversión, su antes y después, su amargura y su gozo, su cielo y su infierno. A esto se le conoce como conversión. Los testimonios de este segundo Foro corrieron por cuenta de Esteban Arce, conductor de uno de los espacios más vistos y aceptados de Televisa; Mariana Barragán, una mujer hermosa de cuerpo y alma a la que la violencia que al país envuelve la sentó por el resto de sus días en una silla de ruedas y  Juan Luis Montero, un conocido penalista mexicano.

Esteban por más de 70 minutos en los que hizo reír y reflexionar a la audiencia, contó episodios de su vida, algunos muy íntimos, en los que a todos quedo claro que la vida sin Dios es despreciable, más aún aborrecible, aunque en momentos parezca la mejor opción.

Mariana nos hizo llorar a todos cuando contó cómo viviendo en un mundo de desenfreno, alcohol y droga se sentía vacía al grado de abortar un bebe y que hoy, muchos años después, a pesar de que una bala le llevó a perder la sensibilidad de la cintura hacia abajo y que ya no puede ser mamá, vive tranquila y alegre porque tiene fe.

Juan Luis tuvo el coraje de contar que hubo una etapa de su vida en la que él pensaba en lo tenía, el mejor auto, la mejor ropa, el mejor trabajo, … y que estando ya en el proceso de divorcio accedió a unos días de retiro en los que Dios le hizo ver lo desdichado y vacío de su existencia. 

Adriana y sus Foros es uno de los más eficaces antídotos a ese liberalismo que tanto daño ha hecho a nuestro país, al arrinconar la fe al interior templos, con el argumento de que la religión no tiene lugar en la vida pública y social, que es algo así como un sombrero que se quita y se pone dependiendo el lugar y el clima.

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