Ahora que pasó lo que pasó y en realidad nada pasó.
Más allá del rumor y el sospechosísimo, la fatiga y el desgaste político, llegó un momento de cruda.
Fueron meses de furor político. Las elecciones del cuatro de junio suponían, y en cierta manera lo fueron, una escena que ilustraría el panorama electoral del 2018. Y así, luego de la borrachera electoral, yo me pregunto ¿si valió la pena? Porque la supuesta retención del PRI, en dos de tres estados, ni supone su supervivencia, ni mucho menos sugiere que este en el mejor plano rumbo al 2018. Con todo y todo, un puñado de priistas quieren a su líder- estatutario al menos que dimita. Y entre tanto, con unos cuadros desgastados y poco motivados buscando el liderazgo, el PRI, sin saber por dónde empezar; si por el dedazo, la militancia o por el inherente deseo de sobrevivir navega con rumbo fijo a una tormenta perfecta. Una en la que la designación del candidato presidencial estará llena de autogoles.
En ese sentido la renuncia de Humberto Castillejos, Consejero Jurídico de la Presidencia, hace parecer que más que tratarse de un terremoto en el gabinete, como muchos especularan el viernes pasado, más bien es la preparación para el inicio del final de la administración y el comienzo de la batalla que le podría esperar a Peña Nieto en el futuro próximo. Y eso, en eso y por eso los alfiles del priismo ya están.
La gente aún continúa dirigiendo ó procesando el significado de las elecciones, más comicios que al final resultaran más de lo mismo.
Tanto que todas las partes están donde se cuenta que lo que existe ya no funciona.
Lo de Coahuila, más allá de la impugnación no puede suceder en 2018, no sólo por ética o moral sino por seguridad nacional.
El país ya no aguantará. Ni tampoco funcionará el triunfo de un tercero bajo la denominación de una alternancia simple.
La historia reciente de México nos ha enseñado que si la figura del Pacto por México no se plasma jurídicamente para traducirla en una segunda vuelta electoral o gobiernos de colisión o más bien ambas, llegue quien llegue, estaría atado de manos.
España, Francia y Gran Bretaña son los mejores ejemplos. Y es que hasta una figura neutra, fresca y legítima como la de Macron, que muchos intelectuales y opinologos auguran, necesita de una columna vertebral políticamente y jurídicamente sólida para si quiera añorar con la mentada gobernabilidad.
Todo esto, junto con los murmullos sociales que nos apañan, como la inseguridad son tan solo algunos de los síntomas de nuestra cruda.
Por lo que si la pregunta es ¿Cómo nos la curamos? La respuesta antaña de con una igual de los mismo de anoche resulta hoy por hoy la peor.
La clave esta en sufrirla hasta que salga, que en el mundo digital de nuestra época tardará poco. Para entonces sí, hacer cumplir el famoso nunca jamás. Y por ende cambiar de coctel sistemico y politico.
Al tiempo.