Periodismo para reír

El terrible atentado que ocurrió la semana pasada dentro de las oficinas de la revista de sátira Charlie Hebdo, donde doce personas fueron asesinadas, deja espacio a varias reflexiones en muchos sentidos.

Primero: el riesgo que corren los periodistas por sus publicaciones en muchos lugares del mundo es endémico, actual y particularmente presente en México.

Alberto Morales Alberto Morales Publicado el
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El terrible atentado que ocurrió la semana pasada dentro de las oficinas de la revista de sátira Charlie Hebdo, donde doce personas fueron asesinadas, deja espacio a varias reflexiones en muchos sentidos.

Primero: el riesgo que corren los periodistas por sus publicaciones en muchos lugares del mundo es endémico, actual y particularmente presente en México.

En nuestro país asesinan a periodistas que cobran veinticinco pesos por nota y a tuiteras que denuncian movimientos del narco. Estas situaciones llegan hasta el absurdo en el que el Estado Islámico publica un video de la decapitación de un periodista.

Si los crímenes contra el periodismo continúan, habrá una lamentable inhibición en investigaciones profundas que ventilen al crimen organizado, la corrupción en todos sus niveles y cualquier otro tema relevante. 

Segundo: una persona, organización, religión, gobierno o cualquier otra forma de asociación que no sea capaz de recibir crítica, no debería tener influencia en la vida pública, ni debería afectar de ninguna manera la vida de un tercero. 

La crítica es un motor fundamental, y necesario, para el avance de las ideas, lo que permite la mejora; ya sea personal o institucional. Si cerramos la puerta a la crítica, quedaríamos estancados en formas obsoletas.

Así como el gobierno se tiene que reinventar continuamente a través del diálogo crítico, los seres humanos también lo requerimos para crecer en materia intelectual, cultural y demás. 

Tercera: tenemos que defender la libertad de expresión aunque no compartamos partida con el contenido o la estética de la publicación.

Por contexto social, familiar, formación, o ideales, todos tenemos inclinaciones políticas, religiosas, culturales e inclusive a cierto sentido del humor; pero no por esto podemos justificar la censura.

Si alguien no disfruta el humor de Charlie Hebdo, puede simplemente no leerlo, pero no tratar de callarlo. La frase “podemos estar de acuerdo en estar en desacuerdo” cobra una especial relevancia en este sentido.

Cuarta: la sátira es tal vez la crítica más difícil de aceptar, pero también la más importante.

Deberíamos no solo ser capaces de recibir crítica, sino de realizar una profunda autocrítica. En este aspecto, saber reírnos de nosotros mismos es una poderosa virtud. 

Reírnos de nosotros mismos significa ser conscientes de nuestras propias deficiencias, es no darnos una importancia desmedida, es saber que podemos mejorar y saber que la gente nos tolera a pesar de nuestros errores.

Cuando seamos capaces de hacer esto, seremos capaces de saber convivir con gente diametralmente opuesta a nosotros.

Quinta: en ningún caso es justificable el asesinato o siquiera la intimidación de un periodista. Si lo que se publica es falso, se puede demandar por la vía legal, asumiendo la existencia de calumnias, donde se buscaría la manera de reponer daños.

Tratar de entender el razonamiento de un grupo de personas que asesina periodistas por su contenido es válido, pero cargar de culpa al periodista con argumentos del estilo de “se lo buscó” es simplista, ciego y triste. 

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