Todas las mujeres tenemos una historia de violencia de pareja.
Algunas hemos sobrevivido las secuelas del abuso psicológico, físico o sexual que eso representa. Otras, lamentablemente, no están aquí para contarlo.
En el silencio viven muchas mujeres que ante la tradición de una cultura machista, se callan tales historias de terror.
El miedo que paraliza, una sociedad que juzga con severidad, la falta de apoyo por parte de familiares o amigos, la falta de castigo por parte de las autoridades a los agresores…
Todo eso parece mantener una espiral en donde se prefiere “aguantar” la violencia. Supuestamente, por “amor”.
Pero si te pega no es amor. Si te humilla, no es amor. Si te hace sentir culpable todo el tiempo, no es amor.
Quizá falta que nos sensibilicen en eso…
Nadie sabe lo que es el amor, pero todos deberíamos saber lo que no es.
Y está claro por la evidencia de las estadísticas que cada vez es más alarmante el incremento de casos de violencia en la pareja que terminan en asesinatos, que pueden representar no sólo la muerte de sus cuerpos, sino la de nuestras mentes.
Si las mujeres somos pieza clave para el desarrollo de nuestras comunidades, si estamos aportando una renovada visión de vivir en equidad. Si seguimos siendo las creadoras de la vida, entonces, ¡cuán importante es dignificar nuestras vidas y prevenirlas de las diversas violencias!
De acuerdo con la Asociación Civil Arthemisas por la Equidad, en lo que va de este año, una mujer es asesinada cada cuatro días en Nuevo León.
Además, 25 mujeres, entre ellas cuatro adolescentes, murieron violentamente en lo que va del año.
Mientras que los casos de agresión en el noviazgo también tienen un ascenso, ¿motivo de alarma? Sí.
Debemos autoeducarnos porque esto nadie nos lo enseñó. De hecho, ese círculo vicioso de “pégame, pero no me dejes”, ha lastimado a nuestra sociedad que traduce las relaciones de pareja a un “todo se vale”. Y no. Tenemos que romper el círculo.
Si algo valdrá la pena para reconstruir nuestras vínculos de forma sana es reconocer que si bien podemos reaccionar de manera violenta hay alternativas de diálogo para evitarlo.
Insistir que eso debe gestarse en el seno familiar. Pero, a su vez, que ningún esfuerzo de este tipo incide en el comportamiento colectivo, si nuestras autoridades no están dispuestas a hacer políticas públicas, estrategias y programas que se enfoquen en la prevención de la violencia de género.
Tenemos que asegurarnos que cada agresor recibe castigo e incluso oportunidad de resarcir su daño a la comunidad.
No vamos solos en este barco. Hombres y mujeres construimos nuestra cultura con cada acto…
Nuestra tarea más grande es la prevención antes de que nos lamentemos todos de las secuelas.
Salir a tiempo de lo que puede significar el daño irreparable de perder la vida humana por violencia.
Mi gran amigo Antanas Mockus decía que debemos autoeducarnos para una nueva forma de enfrentar lo que nos violenta.
“Si me vas a golpear mejor empujame / si me vas a empujar mejor insúltame / si me vas a insultar mejor grítame / si me vas a gritar mejor háblame / si me vas a hablar mejor hablemos”.
Yo agregaría : “si no vamos a hablar, mejor déjame”.
Por una vida libre de violencia hacia las mujeres, por favor, hablemos.