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Para ganar hay que saber ceder

Son las nueve de la noche y una pareja está en medio del tráfico tratando de llegar con unos amigos que se acaban de cambiar de casa. Como el camino es nuevo, ella imprimió un mapa para llegar a la nueva dirección.

Él maneja y ella lo dirige. En un momento ella le pide que de vuelta a la derecha, a lo que él le responde muy seguro que tiene que ser a la izquierda. 

Discuten unos segundos, percibiendo ella que están atrasados y pueden llegar a un conflicto que les eche a perder la reunión, decide dejar que él haga la elección.

Son las nueve de la noche y una pareja está en medio del tráfico tratando de llegar con unos amigos que se acaban de cambiar de casa. Como el camino es nuevo, ella imprimió un mapa para llegar a la nueva dirección.

Él maneja y ella lo dirige. En un momento ella le pide que de vuelta a la derecha, a lo que él le responde muy seguro que tiene que ser a la izquierda. 

Discuten unos segundos, percibiendo ella que están atrasados y pueden llegar a un conflicto que les eche a perder la reunión, decide dejar que él haga la elección.

El da vuelta a la izquierda y a las pocas cuadras se da cuenta que no era por ahí, con mucha dificultad él admite que estaba equivocado, da media vuelta y se regresa. Ella sonríe y dice que no hay problema, que solo van a llegar unos minutos más tarde. 

Aunque él todavía le reclama: “Si tenías tanta seguridad de que estaba tomando la ruta incorrecta, deberías haber insistido mucho más”.

Ella le dice: “Entre tener razón y ser feliz, elegí ser feliz. Estamos muy cerca de una pelea, si yo insistía un poco más, hubiéramos arruinado la noche”.

Espero que después de leer la historia, muchos de nosotros nos demos cuenta de que por eventos sin importancia estamos dispuestos a comenzar una guerra por demostrar que tenemos razón, sin tomar en cuenta las consecuencias. ¿Qué pasaría si nos preguntáramos con mayor frecuencia: ¿Prefiero ser feliz o tener la razón? Hay que tener en cuenta que siempre podemos hacer algo para cambiar una situación si nos hacemos responsables del cambio y si queremos hacerlo realmente.

¿Cuántas discusiones nos ahorraríamos sin tan solo aprendiéramos a ceder? Ceder no es perder la batalla; es crecer, ganar carácter y vivir mejor.

La mayoría hemos creído que tener la razón es lo que nos da más satisfacción y podemos pasar horas alegando y defendiendo nuestro punto de vista; ahora hasta a Google recurrimos para demostrar que nosotros estamos bien y, ¿de qué sirvió?  Es la recompensa del Ego que te brinda la insignificante satisfacción de haber acertado pero que no te deja ver todo lo que perdiste por querer demostrarlo. De seguro ya arruinaste una cena donde si tan solo hubieras cedido, la escena hubiera sido otra. 

El ego quiere dejar claro “en ese momento” que es el que “sabe” y que en ese tema es “mejor” que el otro, no le importa pagar el precio de afectar la relación. Lo absurdo es que el enfrentamiento no era necesario porque tarde o temprano quien esté equivocado lo va a reconocer sin necesidad de atacar.

En una relación no estás en un juzgado, ni eres abogado, ni tu pareja es tu contraparte, aprende a ceder y te garantizo una satisfacción a largo plazo.

Tener la razón no nos da paz, ceder sí. Tener la razón no te hace feliz, lo que te hace feliz es alcanzar la paz y ahorrarte conflictos.

Cuando no hay flexibilidad y capacidad de ceder es imposible construir una familia, una buena relación, un negocio armonioso y vivir con tranquilidad.

Con esto no estoy diciendo que de ahora en adelante no defiendas tu punto de vista y seas un dejado, solo pon en una balanza lo que ganas defendiendo tu posición. Es indispensable que cedan ambas partes para construir una relación feliz.

Y tú, ¿qué prefieres, tener la razón o ser feliz?

 

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