¿Dónde se encuentra México en materia de automatización de sus procesos electorales? ¿Qué piensan las y los mexicanos sobre esta posibilidad? ¿Es factible implementar el voto electrónico antes de 2024?
En México contamos con importantes avances en el uso de urnas electrónicas y ya tenemos una robusta normatividad el respecto. Este tipo de voto electrónico se utilizó por primera vez en las elecciones locales de Coahuila en 2005, y las de Jalisco en 2006. Posteriormente, se realizaron algunos ejercicios piloto en 2012 y 2015 en diferentes estados de la República, hasta que, en 2019 y 2020, se utilizó de manera formal en la elección local de Coahuila e Hidalgo.
Un análisis reciente del periodista Juan Carlos Chávez en Nexos sobre los mecanismos de seguridad y control desarrollados por el INE: “Urna electrónica electoral: mitos y realidades”, demuestra que han probado ser seguros. Por ejemplo, el llamado “testigo de voto” —considerado el más importante— es un candado de seguridad que consiste en un comprobante impreso del voto capturado en la urna electrónica que cuenta con un código de integridad único que garantiza su autenticidad. Este comprobante, a su vez, es depositado en la urna transparente tradicional, lo que permite cotejar los resultados en caso de controversia y recuento de votos. Pero ¿qué piensan las y los mexicanos sobre el uso del voto electrónico?
De acuerdo con una reciente encuesta de Parametría, siete de cada 10 personas están de acuerdo con que, en lugar de que los ciudadanos cuenten los votos, sea una máquina la que los registre y los cuente. Otro dato interesante que revela esta encuesta es que 57 por ciento de la población cree que se debe implementar la urna electrónica para contar los votos, porque permitiría ahorrar dinero, ya que no se tendría que capacitar a los ciudadanos ni imprimir boletas. Mientras que 39 por ciento se inclina por seguir capacitando a ciudadanos para que cuenten los votos, aunque sea más caro que hacerlo a través de la urna electrónica.
El estudio de Parametría señala que, contrario a la idea de que la incorporación de tecnología en el conteo de votos fomente mayor desconfianza que la que, de por sí, ya se tiene —casi la mitad de los encuestados creen que los funcionarios de casilla no cuentan bien los votos—, la encuesta muestra que seis de cada diez dijeron que si una máquina cuenta los votos tendrían más confianza en los resultados. De hecho, en el “Informe integral de la evaluación de la implementación del voto en urna electrónica durante los procesos electorales locales 2019-2020” el INE señala que casi ocho de cada 10 electores en Coahuila tuvieron una alta precepción de confianza en su uso, mientras que en Hidalgo este porcentaje de confianza fue de seis de cada 10. En tanto que el 85.7 por ciento de los ciudadanos se manifestó a favor de volver a utilizar la urna electrónica.
Finalmente, respecto a la implementación del voto electrónico antes de 2024, recordemos que este 6 de junio será la primera ocasión en que se permitirá el voto por Internet para mexicanos que radican en otro país, y que se instalarán 100 urnas electrónicas en Coahuila y Jalisco. A pesar de que estos esfuerzos han contado con el aval técnico de diversos organismos internacionales y nacionales, como Deolitte y la UNAM, respectivamente; han surgido voces de desconfianza que, de manera infundada, auguran posibles anomalías.
Esto hace pensar que, independientemente del resultado de la elección del 6 de junio, crecerán los ataques contra el árbitro electoral y el uso de tecnologías digitales para emitir y contar los votos. Lo que seguramente postergará toda posibilidad de implementar el voto electrónico en la elección de 2024. Sobre todo, considerando que sería necesaria una reforma legislativa para la cual se requieren dos elementos clave que no tendremos en el corto plazo: confianza y un entorno sociopolítico que favorezca su implementación.