Antes de los siete años se enamoró de los clavados. Su creatividad y su alegría fueron las armas secretas para que sus padres nunca le dijeran “no” a lo que pedía. Cuando decidió ser clavadista sólo veía en el trampolín la magia de vencer sus miedos.
La seguridad llegó con la preparación. Fernando Platas parecía pequeño y frágil. Aprendió a dominar el parado de manos y tuvo que repetir cientos de veces un clavado para lograr la sincronía y la espectacularidad en el aire.
Estar parado frente a un trampolín o una plataforma, percibir el silencio absoluto en la alberca, olvidar el nerviosismo, lanzarte al agua, salir y escuchar los aplausos de los espectadores “es por lo que te vuelves un atleta”, cuenta.
Para Fernando, la mejor manera de planear son los sueños y luego ponerles pasos concretos para alcanzarlos. Para lograr un buen clavado él tenía que repetirlo hasta 250 veces o más. “Lo que le diría a la gente es que en el día a día es cuando se forman las grandes cosas.”
Así llegaron las preseas, los reconocimientos, la presencia en Juegos Olímpicos y la oportunidad de ser abanderado de la Selección Mexicana en Sídney 2000.
En una reñida competencia, sólo unas décimas separaron a Fernando de la medalla de oro. Sídney fue la cima de su carrera. Los reflectores estaban sobre el joven clavadista: su carisma y su talento trajeron consigo la admiración del pueblo mexicano.
Tenía 27 años y estaba en medio de su éxito como medallista olímpico. Firmaba autógrafos, daba conferencias, salía en la TV. Todo mundo quería a Fernando Platas. Pero un día su entrenador se le acercó y le dijo que era hora de pensar en el retiro.
“Estaba en mi mero mole”, recuerda. Fue difícil, pero lo aceptó con madurez. Se preparó para su despedida en Atenas 2004. Disfrutó cada entrenamiento, cada broma con los compañeros, las risas, momentos que fueron los que más valor le dieron a su trayectoria deportiva.
Tenía sólo 31 años. Dejar los clavados implicaba un nuevo reto: cómo experimentar de nuevo esa sensación de electricidad recorriendo todo su cuerpo, ahora sin una alberca, sin un salto, sin una competencia.
Encontró esa sensación en la otra parte mágica que tiene el deporte: “el contar las historias, salir a vender a los atletas, que las marcas vieran de verdad la historia que hay detrás”. Nace la idea de Platas Sports, agencia de marketing deportivo que fundó junto con su hermana Esperanza.
Como empresario, logró dar voz a deportistas icónicos, conocer más allá de sus alcances deportivos, explorando la personalidad y el esfuerzo de cada atleta para darle el valor que merece el deporte nacional.
La pandemia le confirmó que no hay magia detrás de ningún éxito: es puro trabajo duro y constancia. Para Fernando, siempre hay que prepararse, vencer tus miedos y no buscar la motivación en otro lado, sino en ti mismo, “en ese cuate que se rasca la cabeza y que se ve al espejo todos los días, y se dice: ‘¿Qué quieres hacer hoy? ¿Hasta dónde quieres llegar?’”.
Genaro Mejía es periodista digital y de negocios con más de 20 años de experiencia y LinkedIn Top Voices 2019