Ni en los tiempos de López Portillo, México había tenido un banco central tan débil y poco influyente en la toma de decisiones. Hoy su órgano de gobierno está integrado por personajes de una levedad tan marcada, que ni siquiera para leer boletines de prensa son requeridos. En efecto, desde que Bancomer y Banamex se repartieron cuotas para designar personajes de tercer nivel como embajadores en la instancia de autoridad, el Instituto Central pasó a ser una entidad arrumbada y vetusta.
El abuso administrativo de las prestaciones de su alta burocracia, así los gastos imperiales de un gobernador que se percibe a sí mismo, como un personaje de alto nivel, han conformado una entidad que no soporta el más ligero análisis en materia de austeridad, ni de buen gobierno.
Ahora, se le aleja de su objetivo central, el mantenimiento y preservación del poder adquisitivo, para llevarlo a una participación esquizofrénica en el control del ingreso petrolero.
Por supuesto que no conocen sus funcionarios la industria petrolera, más allá de las onerosas, pero obligadas, coberturas petroleras. Pero ahora serán los responsables, cuando se constate que los grandes consorcios le harán cuentas donde el resultado será que nada o casi nada tienen que pagar por extraer hidrocarburos.
Será inevitable que la Comisión de Cambios y el Fondo Mexicano del Petróleo, tendrán objetivos si no excluyentes, si con tiempos y prioridades encontradas. Ahí el Banxico hará los ridículos que durante 90 años evitó. El chivo expiatorio de una reforma hecha sobre las rodillas, ya tiene nombre y apellido.
Mientras, la reforma financiera, en pocos meses ha demostrado que no es sino una más de las enmiendas cosméticas que permiten a la banca usar la captación del público para hacer préstamos usurarios, al tiempo de dedicarse a financiar al sector público con los pocos recursos prestables en la economía.
Es claro en la reforma financiera, que se ha articulado un mecanismo inquisitorial, donde los abogados del sector bancario pueden seguir siendo banales al formalizar los financiamientos corporativos, cuando estos están cobijados por los grandes intereses que manipulan a las cuatro instituciones que detentan el mercado bancario. En tanto se siguen otorgando a cuenta gotas créditos caros, malos e inoportunos a la mediana y pequeña empresa.
Hace trece años que con el petate de la dificultad de cobranza judicial, la banca ha conseguido reformas inusitadas, al tiempo de anular o hacer nugatorio el compromiso efectivo de capitalización, habiéndose dado golpe de muerte al convenio de responsabilidades de grupo financiero por la puerta trasera. El sistema está nuevamente sub capitalizado. Al tiempo.
El nivel de penetración financiera, sumado al más absurdo margen financiero a nivel internacional, hacen de México un infierno en materia de financiamiento. La más reciente reforma, sólo vino a agravar los errores legislativos en la materia emergidos en la última década. Pero Banxico jugará al petrolero.