Nueva era

De igual forma, la estabilidad política no es un amasijo de acuerdos arrancados a la mala, sino que deriva de la concordia, la confianza y el mutuo respeto que se gesta entre los actores políticos, con motivo del -casi extinto- oficio político.

Después de un año, al mirar atrás se ven sinsabores, malos entendidos, verdades a medias, traiciones palaciegas, partidas presupuestarias a modo, arreglos para dejar tirados a los del mismo color y todo aquello que se puede hacer una vez, a costa de la credibilidad.

Gabriel Reyes Orona Gabriel Reyes Orona Publicado el
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De igual forma, la estabilidad política no es un amasijo de acuerdos arrancados a la mala, sino que deriva de la concordia, la confianza y el mutuo respeto que se gesta entre los actores políticos, con motivo del -casi extinto- oficio político.

Después de un año, al mirar atrás se ven sinsabores, malos entendidos, verdades a medias, traiciones palaciegas, partidas presupuestarias a modo, arreglos para dejar tirados a los del mismo color y todo aquello que se puede hacer una vez, a costa de la credibilidad.

Y es que las hechuras de un político se leen más en la faz de los opositores, que en el Diario Oficial. Para un chileno el panorama es tan claro, como el apreciar un diamante desde la azotea. Es pensar que el resultado vale igual, haiga sido como haiga sido. 

Como en el siglo XX, algunos analistas ven las reformas, sin poner atención en el camino andado para llegar a ellas. Y eso es un gran error. Deducir que existe unidad con motivo de un año de pacto, simplemente porque muchos legisladores aspiraban a acceder al primer círculo, es suponer en ellos un fanatismo que más bien fue una desmedida ambición.

Así es, con iniciativas poco leídas y menos entendidas, recordaban algunos legisladores a aquella carta de lotería, conocida como “el valiente”. Enredada en una mano la manta del cinismo y en la otra blandiendo la botella rota de la codicia, se enfrentaban sin conceptos en duelos de adjetivos y remembranzas históricas. El resultado, una clase política desvencijada, desconfiada y suspicaz.

Muchas letras, párrafos y transitorios, para que los engañados -ahora de la mano- tripulen la nave a puerto. Dormir con un ojo abierto y dudar de cada bocado.

Hay incluso quien en el autoengaño, dice no ver olas tormentosas en la base sindical de Pemex y CFE. Peor aún, avizoran el 2018 sin ver el arrecife del año entrante. 

Dicen los funcionarios que si algo pasa en la intermedia será culpa del PRI y no del gobierno, pero la duda es si quienes lo dirigen prefieren al partido o la suave palmada en el lomo.

No fue mejor el haber derruido a los partidos opositores desde dentro, la miseria humana y las bajas pasiones ya se escuchan en grabaciones enviadas desde su interior a los medios de comunicación, aunque Cordero finja demencia. 

Traición, mentira y el toma y daca son el fruto del árbol del pacto, del que ya todos comieron. El paraíso está más lejos que antes. 

Antes el problema eran las letras, ahora son las personas. Para quienes desconocen la idiosincrasia mexicana pensarán que avanzamos. Pero en realidad sólo cambiamos de problema. 

Leer a los mexicanos en inglés seguramente tendrá problemas de traducción, pero la tecnocracia hará su último intento para insertar a México en conceptos, teorías e instrumentos que nos son tan ajenos como el Halloween. Hay pactos que desunen y el nuestro es de esos.

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