Cuando en “Capitán Fantástico” (2016) el protagonista Ben Cash quiere educar a sus hijos con una festividad distinta a la navidad, elige el cumpleaños de Noam Chomsky (7 de diciembre) como el equivalente radical a combatir el control capitalista y reemplazar el consumo decembrino como la enseñanza de que vale más la pena festejar a un hombre que ha cambiado el pensamiento humano, que a un hombre ficticio con sobrepeso que vive en el Polo Norte.
Y aquí es cuando la gente común se pregunta ¿quién diablos es Noam Chomsky?
Historiador, libre pensador, activista político, filósofo y además, lingüista, el estadounidense es reconocido por ser una de las personas más influyentes del mundo debido a sus comentarios que van contra el establishment sociopolítico contemporáneo estadounidense.
Sus ideas han traspasado las fronteras del lenguaje, se han plasmado en libros de su autoría y también han llegado al campo audiovisual, y un resultado puntual es el documental “Requiem por el sueño americano”, el cual se estrenó en 2015.
Durante cuatro años, los cineastas Kelly Nyks, Peter D. Hutchison y Jared P. Scott dialogaron con el académico y grabaron su disertación de cómo es que opera la economía estadounidense en función de la política interna del país.
Con un decálogo que recuerda la distopía orwelliana de 1984, se reflexiona acera de cómo el súper enriquecimiento de un sector poblacional crea desbalance en la sociedad y esto está pensado desde el interior de la supuesta democracia que defiende la libertad en los Estados Unidos, esa que se dio en el corazón de cambio de su independencia, desde la creación de sus primeras estructuras políticas en las 13 colonias.
Chomsky no divaga, precisa. No crítica, analiza. No señala, apunta.
Frente a la debacle económica que se vive en México, es necesario acercarse al discurso del catedrático que era la pesadilla de Richard Nixon, ya que pareciera que lo que él narra en torno al funcionamiento de la economía estadounidense también es la suerte de este lado de la frontera: obedecer al estado, ser consumidor y elector desinformado a conveniencia de los gobernantes.
Tal como el gobierno funciona para los intereses económicos de una alta élite social, esa clase opulenta trabaja para beneficio de la oligarquía del poder político y así, la serpiente de ouroboros sigue comiendo su propia cola, en un eterno círculo de vicio, corrupción y desestabilización nacional.