Ni inocentes, pero tampoco imprudentes
Nuestra responsabilidad es conservar el patrimonio del país y utilizarlo para el desarrollo y bienestar del pueblo
Rubén MoreiraSon innegables los efectos de la destrucción y contaminación del medio ambiente. Prueba de ello, es el aumento de las temperaturas, la modificación de los ciclos estacionarios, la desaparición de especies e incluso, los daños a la salud humana.
Es fácil argumentar que todos somos responsables de lo que acontece, pero lo anterior es una verdad a medias. Hay grandes causantes de la crisis ambiental:
- La economía voraz, que, sin importar los daños a la tierra, busca maximizar ganancias;
- Los gobiernos al servicio de capitales sin escrúpulos; y
- La ultraderecha, que no reconoce a la ciencia como el instrumento para obtener las respuestas a los dilemas que enfrenta el hombre.
Hay que ser claros, en el cambio climático México tiene una responsabilidad secundaria. Por duro que parezca, una conducta ejemplar de nuestro país no va a salvar al planeta. Seamos realistas, el futuro del mundo está en manos de las grandes naciones, de sus empresas que expolian el sur, de sus prácticas abusivas que destruyen el medio ambiente y de su codicia disfrazada de progreso.
Un ejemplo ilustrativo, en el país tenemos tres carboeléctricas, mientras que en China hay 946, en Estados Unidos 286 y en India 253. De poco servirá cerrar las nuestras, si los vecinos se hacen patos. No se alarme el lector, no propongo que destruyamos el medio ambiente, solo quiero poner las cosas en su lugar. Nuestra responsabilidad es conservar el patrimonio del país y utilizarlo para el desarrollo y bienestar del pueblo.
México necesita una transición energética, pero sus beneficios, entre ellos los económicos, deben incluir a todos los sectores de la población. Una acción de este tipo no debe servir para aumentar la brecha entre ricos y pobres. En la actualidad, una “moderna” tienda de conveniencia paga menos factura a CFE que el abarrote de nuestro barrio.
En los próximos años, entre otras acciones urgentes, tenemos que lograr el tratamiento total de las aguas negras, salvar los bosques y consolidar la planeación del crecimiento urbano.
Cuidar el país depende de políticas públicas impulsadas por los tres órdenes de gobierno. Hace falta, además, seriedad, compromiso y valor para cumplir la ley. Es necesario, por ejemplo, detener la deforestación de la sierra Tarahumara y del Ajusco, donde las bandas criminales hacen y deshacen a su antojo.
México requiere una política exterior ambientalista, que presione con fuerza a las potencias contaminantes y defienda el desarrollo del sur. La factura de un medio ambiente sano se debe cubrir de manera proporcional y los intereses del país son importantes en el tema.