No es quitarrisas

No, no es un quitarrisas, pero sí vamos a ubicarnos, porque nada es predecible en el deporte, muchos menos un Super Bowl.

A pesar de toda la parafernalia, de todo el interés, a pesar de dos equipos tan fuertes y poderosos como los son Atlanta y Nueva Inglaterra, que llegan muy parejos, en condiciones diferentes y con estilos de juego con algunas similitudes, pueden resultarnos como hace 15 días, cuando en los juegos de campeonato augurábamos partidos cerradísimos y Atlanta apaleó a Green Bay y Nueva Inglaterra a Pittsburgh.

Alfredo Domínguez Muro Alfredo Domínguez Muro Publicado el
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No, no es un quitarrisas, pero sí vamos a ubicarnos, porque nada es predecible en el deporte, muchos menos un Super Bowl.

A pesar de toda la parafernalia, de todo el interés, a pesar de dos equipos tan fuertes y poderosos como los son Atlanta y Nueva Inglaterra, que llegan muy parejos, en condiciones diferentes y con estilos de juego con algunas similitudes, pueden resultarnos como hace 15 días, cuando en los juegos de campeonato augurábamos partidos cerradísimos y Atlanta apaleó a Green Bay y Nueva Inglaterra a Pittsburgh.

Este quitarrisas no es undeseo, pero hay que estar prevenidos para todo.

Por ejemplo, yo recuerdo aquel Super Bowl en Nueva Orleans, entre Chicago y Nueva Inglaterra, en el que llegaron los Osos, aquel equipo que nuca formó dinastía por irreverentes y se dispersaron, fue tal la paliza, bueno, hasta el “Refrigerador” Perry anotó un touchdown y al medio tiempo mucha gente se salía.

En cambio aquel partido entre los Rams y Tennessee, partido que parecía aburrido y se decidió en la última jugada cuando el receptor no alcanzó la yarda necesaria.

Y por ahí los Super Bowls han entregado hegemonías, aquella de los casi perfectos 49’s con el coach Walsh y Joe Montana, después apareció Steve Young y el coach Seifert.

O la hegemonía de Pittsburgh en los 70, un equipo que venía de ser perdedor constante en la NFL de los 40, de los 50, de los 60, pero aparecen en los 70 el coach Noll, Terry Bradshawn, Lynn Swann, Franco Harris, la Cortina de Acero, se conectan y ni quien los parara.

Paralelo a esto la dinastía de los Vaqueros de Dallas del coach Tom Landry, de Roger Staubach, de Tony Dorsett, de aquella gran, gran línea defensiva y aquellos grandes defensivos que hicieron historia.

Y después la súper defensiva de Minnesota, que llegó pero nunca pudo ganar un Super Bowl, eso fue tristísimo, o aquellos que también fueron héroes, los cuatro partidos en los que llegaron los Bills de Búfalo y que aquella maldición, dicen, del primer gol de campo fallado en el primer partido en la última jugada por Scott Norwood, un pateador excelente y dicen que eso los persiguió y los persiguió y nunca ganaron en cuatro veces, el coach Levy dijo entonces. “Muchos envidiarían estar en mi lugar”, sí, pero no ganaron.

O aquellos Broncos de Denver, que tampoco ganaban y el tiempo se le venía encima a John Elway, hasta que finalmente logra dos anillos y se retira.

O la actual dinastía y hegemonía de los Patriotas de Nueva Inglaterra de Bill Belichick, de Tom Brady, de la gran línea ofensiva, de grandes receptores, de corredores que se reinventa en aras del juego, no de las figuras.

Y Atlanta, que es el combinado en silencio en esta ocasión, pero me faltaría mencionar a los nuevos Vaqueros, a los de los 90, ¿se acuerda? ya con el coach Johnson, con Troy Aikman, con Emmitt Smith y una gran defensiva.

Hoy los Halcones de Atlanta es el combinado en silencio, están del lado de la indiferencia pero el partido es muy parejo.

Favorito… favorito y no acostumbro hacerlo, deseo, deseo que gane el equipo de los Patriotas y que el Comisionado Goodell le entregue el trofeo en la mano a Tom Brady. Conste, gana el morbo.

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