Su característica voz de acento teutón, esa que se siente avejentada por sus 74 años de edad, ya le ha hecho un ícono en los documentales de los últimos 10 años.
Werner Herzog, controversial, irreverente y siempre ejemplo de perseverancia, se ha convertido en un personaje más de sus filmes, un poco al estilo de Michael Moore, pero sin tener tanto protagonismo a cuadro.
Pero el alemán se ha curtido en el cine a punta de tropiezos en sus producciones, el talento le ha costado años de sacrificio profesional y personal.
Contemporáneo a la generación de cineastas como Wim Wenders y Rainer Wener Fassbinder del llamado periodo nuevo cine alemán, Herzog a diferencia de Wenders se mantuvo en circuitos independientes y fuera del coqueteo con la industria hollywoodense, aunque en algún momento intentó levantar un documental para la NASA, pero no prosperó.
Su sentido naturalista es un ingrediente clave evidente en sus documentales y también en sus ficciones. Peleado con la institucionalidad de las escuelas de cine, fundó en 2009 su propia clase magistral, la cual consiste en cuatro días intensivos con él y se le enseña a los alumnos a hacer autogestión en el arte fílmico.
De sus ficciones es bien conocida la tortuosa relación profesional que mantuvo con su actor Klaus Kinski, del cual le llegó a realizar el documental “Mi querido enemigo” en el año 2000, reflejando los altercados que tenían en el set.
“Fitzcarraldo” (1982) es ejemplo de su relación caótica, ya que el filme muestra la terquedad de un hombre por construir un teatro de ópera en el corazón del amazonas, además de transportar un barco a través de una pendiente en la misma zona selvática.
Pero a tres décadas de distancia, Herzog ha dejado casi por completo la ficción para concentrase en el documental, sólo en éste 2016 estrenó “Lo and behold: ensueños de un mundo conectado” y ahora “Into the inferno”, el cual tuvo su debut en el Festival de Cine de Telluride.
Al lado de Clive Oppenheimer, el cineasta se fue de excursión con su equipo de filmación a Indonesia, Islandia, Etiopía, Oceanía y Corea del Norte para capturar en video la actividad volcánica.
El peligro estuvo inminente para los realizadores todo el tiempo, por lo que la precaución era esencial para el proyecto, según describió Herzog a los asistentes de la función en el Festival Internacional de Cine de Toronto.
“Esto es serio, no es sólo la medición de la emisión de gases y la actividad sísmica del lugar, tienes que entender la mentalidad y encontrar las metáforas correctas para hacerles partir”, refirió Herzog en la manera de cómo se tuvo que hablar con las comunidades para ayudarles a reubicarse debido a la peligrosidad de vivir cerca de los volcanes.
“Into the inferno” llega éste viernes 28 de octubre a todos los hogares que cuenten con el servicio Netflix.
Tal parece que Herzog deja su infierno personal y se adentra a lo que más le apasiona, su lado documental, aunque tenga que ir a las entrañas de la tierra y retratar otro infierno que no es el suyo.