Micro-obras urbanas para reinventar la ciudad

Las obras públicas más populares del último par de décadas son las grandes, generalmente ligadas a la vialidad. La traducción de algunas de las promesas de campaña no ha sido más que estructuras para hacer visible las intenciones o los presupuestos. Majestuosos segundos pisos o pasos a desnivel. Magnos edificios que parecen torres inalcanzables. Los parques enormes o los estadios en los que quepa la mitad de la población.

Indira Kempis Indira Kempis Publicado el
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Las obras públicas más populares del último par de décadas son las grandes, generalmente ligadas a la vialidad. La traducción de algunas de las promesas de campaña no ha sido más que estructuras para hacer visible las intenciones o los presupuestos. Majestuosos segundos pisos o pasos a desnivel. Magnos edificios que parecen torres inalcanzables. Los parques enormes o los estadios en los que quepa la mitad de la población.

No obstante, no estamos en tiempos para que esas grandes obras se realicen bajo la excusa o el disfraz de que son demandas ciudadanas. Menos cuando nos damos cuenta que a falta de una visión técnica o de creatividad, o por la oportunidad de inflar precios y cometer actos de corrupción, son las únicas opciones que la administración pública puede ofrecer.

La tendencia internacional en urbanismo social nos indica que, actualmente, las obras públicas se deben hacer con una visión de escala humana que sea el detonador para el tejido social de las comunidades, como de la sustentabilidad mediante el diseño y planeación de las estructuras.

Por tanto, es importante considerar que la acupuntura urbana, como le llama el arquitecto y ex alcalde de Curitiba, Jaime Lerner, es urgente en lugares donde es prácticamente imposible atender las necesidades de la mayor parte de la población, en lugar de hacerlo desproporcionadamente a sus demandas y enfocados sobre la visión e intereses de los grupos de poder. La criminología ambiental también ha comprobado algunas hipótesis alrededor de este tema argumentando que los comportamientos que consuman actos delictivos o violentos están directamente relacionados con la infraestructura.

De tal forma que lo que se espera de las administraciones en todos los niveles de gobierno que tienen a su cargo el desarrollo sustentable o social, es inteligencia urbana, la cual debe prevenir el delito creando nuevos entornos que favorezcan la calidad de vida de los habitantes, que realmente incentiven una nueva visión integral de ciudad, como el futuro en ella.

De ahí que los proyectos enfocados en áreas específicas con características comunes pueden transformar el panorama de la urbe. Imaginemos pequeñas terrazas, en escaleras o elevadores colectivos, en ciclorutas que abarquen al menos las paradas de metro o autobuses más importantes, las canchas de fútbol, las oficinas comunitarias o los centros de voluntarios móviles.

Pensar en lo micro no necesariamente significa desatender a la comunidad.

Al contrario, con diagnósticos precisos y bien elaborados, con una red de capital humano que permita la implementación, como con homologación de recursos e usos de suelo para las zonas con características comunes, podrían cambiar de manera profunda la realidad social en el mismo plazo.

Contamos con grandes áreas de oportunidad que tenemos en nuestras colonias tan necesitadas de escala humana, no sólo la Independencia, por ejemplo, incluso la del Valle o cualquier otra en donde sólo hay casas, pero no ciudad. De nuestras exigencias dependerá en gran parte que los gobiernos sean lo suficientemente creativos y transparentes como para tener una gama de micro-obras que ofertar. La ciudad no podrá construirse sola ni es tampoco suficiente con programas o proyectos públicos o privados. En Monterrey, como en otras ciudades del mundo, es urgente que se cambien las obras que sólo sirven para pintar el color del partido en turno a micro-obras que no sólo puedan administrarse mejor los recursos, sino que detonen procesos sociales para reinventar una ciudad que sea incluyente, segura, justa y sustentable.

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