Apareció, esplendorosa, en la pantalla frente a Jack Nicholson y sus colegas hollywoodenses (así como ante millones desde nuestras casas) para presentar al ganador de la mejor película, que no fue “Lincoln”, sino “Argo”. O sea, no ganó Obama, que ha querido emular a quien es considerado el mejor presidente de Estados Unidos.
Pero aquella noche su esposa sin duda lo opacó todo, hasta la estupenda caída de Jennifer Lawrence.
Su presencia, sin precedentes. Cierto. No fue la primera vez que la Casa Blanca se interesa en participar en esta ceremonia.
Antes, un par de presidentes y un gobernador estuvieron de alguna manera, pero nunca una FLOTUS (First Lady of the United States), mucho menos de manera tan protagónica.
En 1931, Herbert Hoover se limitó a enviar al vicepresidente Charles Curtis a la ceremonia.
Una década después, Franklin D. Roosevelt se acercó un poco más. Envió un discurso a través de la radio desde la Casa Blanca. Pasó relativamente desapercibido por la historia.
En 1966, otro inquilino de la Casa Blanca se hizo presente… a través de su hija. Lynda Bird Johnson acudió acompañada por el actor George Hamilton. Hay quienes todavía la recuerdan, pero solo a ella al lado del actor.
Antes de Arnold Schwarzenegger, Ronald Reagan. El entonces gobernador de California —primero actor y después presidente— acudió a la premiación de 1967.
Pero una Primera Dama, nunca.
Por eso quizás causó tanto revuelo en las redes sociales. Las opiniones, divididas. Algunos dijeron que fue una mala opción, que los Obama “la pagarán caro”. Pero otros, que nadie como Michelle, que su sola presencia devolvió un poco de clase a una ceremonia desprestigiada y aburrida.
La sorpresa en el evento fue tal, que incluso Jack Nicholson, tras darle la palabra, se atrevió a bromear un poco, como para disipar los malos –o buenos- pensamientos de todos. “Nadie se va a meter con esto ahora, ¿verdad?”, dijo, provocando tímidas risas en la sala de los Oscar.
Es decir, según Nicholson, la participación de la Primera Dama blindaría la ceremonia que un día se llamó “Premio de la Academia al Mérito”, antes de que en 1939, su entonces bibliotecaria dijera que la estatuilla del hombre dorado se parecía a su tío Oscar.
Michelle le dio un brillo único a la cita de la industria del cine sin duda, pero ¿habrá salido ganadora?
“Felicito a todos los nominados por trabajos que nos hicieron reír, llorar y nos enseñaron que el amor puede luchar contra todo y puede transformar nuestras vidas de la manera más sorprendente”, dijo con una sonrisa que tuvo que ser la envidia de muchas esa noche.
Y la Casa Blanca explicó así la presencia de Michelle:
“La Academia contactó con la Primera Dama para que fuera parte de la ceremonia. Como amante del cine, se sintió muy honrada de presentar el premio y festejar a los artistas que nos inspiran a todos, especialmente a nuestros jóvenes, con su pasión, habilidad e imaginación”.
Pero queda un sabor amargo en la boca de muchos que pensamos que el glamour superfluo de esa ceremonia hollywoodense, capitaneada por una industria que no se caracteriza por su honestidad, no calza con la presidencia de Obama, que muchos asociamos con las minorías, no con una boyante fábrica de sueños.
¿Será que pensaron que ganaría Lincoln?