El jurado, que sesionaba en la capital de la peninsula ibérica, estaba presidido por Carlos Fuentes y contaba con la voz y el voto –si no formal, sí determinante– de Gabriel García Márquez.
El grupo estaba entrampado en un empate, de acuerdo con versiones vinculadas al círculo literario cercano a los entretelones de las deliberaciones en Madrid.
Fuentes apostaba por la novela del nicaragüense Sergio Ramírez Mercado, quien el domingo pasado cumplió 70 años de vida y 50 de oficio literario. El Gabo, por la del cubano Eliseo Diego “Lichi”, su pupilo, quien falleció recientemente.
Todo se resolvió de manera salamónica, en el mejor estilo de Jesús de Polanco, fallecido en 2007 y entonces presidente del grupo Prisa al que pertenece Alfaguara. Ni más ni menos que la mano que movió la cuna del Premio.
Con Fuentes y El Gabo como promotores de la idea, no fue un premio dividido, sino uno doble.
Pero hubo una condición, que Ramírez recuerda como recomendación del jurado. Que cambiara el título de su obra de “Fin de Fiesta” a “Margarita, está linda la mar”, nombre de un legendario poema de Ruben Darío escrito a principios del siglo pasado.
En una reciente columna, el también ex vicepresidente del gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, recuerda así el incidente:
“Mi novela había ganado junto a Caracol Beach del cubano Eliseo Alberto (Lichi), muerto en México el año pasado. (…) Solo que, me dijo Fuentes, el jurado recomendaba cambiar el nombre de la mía por el de Margarita está linda la mar, o lo recomendaba él, o Juan Cruz, director de Alfaguara para España, que estaba en el jurado con voz pero sin voto junto con Sealtiel Alatriste, director de Alfaguara para México. Yo la había titulado Fin de Fiesta. Y acepté allí mismo sin pensarlo dos veces, no estaba para dobles pensamientos”.
Hay una arista que Ramírez no menciona en su artículo, publicado poco antes de un maratón de entrevistas, celebraciones, talleres literarios y homenajes en su natal Nicaragua, en honor a su reciente cumpleaños.
Tanto El Gabo como Fuentes siempre declararon su admiración por Darío, pero mientras para el primero “Lo fatal” ha sido el poema emblemático del Padre del Modernismo, Fuentes prefería “Margarita, está linda la mar”, el cuento en verso dedicado a Margarita Debayle de Pallais, mi abuela paterna.
Es más, Fuentes tenía una fascinación por esos versos darianos. Le encantaba recitarlo en público.
Sergio dice que no estaba para titubear cuando su colega y amigo le sugirió cambiar el título de su novela. Ello a pesar de que la trama inicia en León, Nicaragua, en 1956, cuando Margarita Debayle era una viuda cincuentona. Pero los tiempos literarios no son los de la vida.
Es muy posible que la novela haya logrado que el poema a Margarita, famoso para mi generación, la de mis padres y abuelos, haya trascendido a los lectores de los Premios Alfaguara, que este año cumple 15 de vida.