Al nacer, niñas y niños somos lienzos en blanco y los únicos que pueden pintar sobre ellos son los más cercanos, aquellos de quienes depende su supervivencia.
Los primeros trazos que se dibujan serán los de sus madres y padres; seguidos por aquellos trazos que vayan plasmando los más cercanos de su círculo.
Estos trazos no solo serán los primeros, sino que nos acompañarán el resto de nuestras vidas, y a la larga explicarán buena parte de nuestros comportamientos, de una alta o baja autoestima, de nuestra capacidad para enfrentar o no la adversidad y también, marcarán significativamente nuestra fortaleza o debilidad interior, y con ello, nuestra capacidad para elegir ser felices o no serlo.
Mayor y mejor esfuerzo
Si por un momento nos detuviéramos a considerar la importancia de estos trazos, estoy segura de que todas y todos haríamos un mejor y mayor esfuerzo.
Si esos primeros trazos son producto del amor, el cuidado, el respeto, y de los límites siempre indispensables para desarrollar resiliencia, es decir, para tener capacidad y la actitud que nos permite enfrentar la adversidad y el dolor, habrá una muy alta probabilidad de que será un lienzo armónico y equilibrado; un lienzo que refleja seguridad y confianza.
Si por el contrario, este lienzo empieza a ser trazado por el abandono, el desamor, la violencia, en miles de casos brutal y despiadada, por la indiferencia o el hastío, será muy complejo y doloroso pintar el resto del lienzo de colores distintos.
Por supuesto que siempre existe la posibilidad de que una niña o niño que ha sufrido terribles traumas de pequeños logren salir adelante, pero será cuesta arriba, y la historia nos demuestra que una gran mayoría no puede aislar estos rasguños del lienzo del resto de sus vidas.
¿Qué trazos tenemos?
Muchas veces nos preguntamos por qué tal o cual persona se comporta de esa manera, o por qué nosotros actuamos y respondemos de una forma u otra; pues una primer interrogante debiese ser justamente: ¿Qué trazos tiene el lienzo de nuestras vidas en nuestra primera infancia?
El entorno marca también los primeros trazos. Si una niña o niño vive en un entorno seguro, con ambientes saludables; en los que hay respeto y cuidado por la naturaleza, por quienes viven en esa comunidad, aprenderá muchos años antes de ir a la escuela lo que significa vivir con paz y certezas.
Por el contrario, una niña o niño que crece en comunidades que han normalizado la violencia, el odio y el maltrato, aprenderá que es la ansiedad, el miedo y la angustia su forma de vida.
Ni certezas ni paz serán parte de estos primeros años en sus vidas.