Mancera: el comodín

Rodrigo Villegas Rodrigo Villegas Publicado el
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El escritor uruguayo, Mario Benedetti, apuntó que había pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio.

Por eso, en éste arranque de campañas, hay cosas tan ruidosas que no sólo son insignificantes si no que, ya no llaman la atención. Sí algo nos enseñó el periodo de precampañas es lo que no deberíamos ver durante las campañas. Es decir, más de lo mismo. Porque la infalible lluvia de descalificaciones, y de malos intentos de los precandidatos de posicionarse como el hombre más bueno, fue un gran espectáculo que divirtió un rato pero que cayó en lo exagerado.

Ahora, en el mundo alternativo en el que viven los candidatos, estos anuncian; cierres de aeropuertos, la mágica desaparición de la corrupción y retan a debates sobre patrimonios personales (eso sí, el que reta no presenta su 3 de 3). Pero lo que hasta ahora ninguno ha presentado son propuestas concretas. Planes de gobierno, políticas públicas y plataformas políticas que respalden su retórica de un cambio verdadero.

Y es que, no sabemos quién vaya a ganar el próximo primero de julio. Pero lo que si sabemos, es que pase lo que pase México será otro el dos de julio. El ganador no podrá gobernar solo. Si las encuestas no mienten, la composición del congreso pinta muy claro. La parálisis generalizada de un régimen político que ha caducado lleva a buscar maneras reales de reconducir lo que sobre del gobierno y sus instituciones hacia un nuevo horizonte.

En ese sentido, la salida silenciosa de Miguel Ángel Mancera como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, para coordinar el proyecto de Gobierno de Coalición, debería llamar la atención. No sólo, porque es cierto lo que algunos opinólogos cuestionan; ¿por qué dejar el segundo puesto político más relevante del país, para coordinar una propuesta de Estado?

La respuesta está en que, como en su momento dijo el eterno Manlio Fabio Beltrones; los gobiernos de coalición no son novedad, son necesidad.

Es curioso, ver un movimiento paralelo a una campaña política, encabezado por alguien que no es candidato (más que de lista a un escaño en el senado) dictar la agenda de gobierno que no más no sale de los cuartos de campaña.

Hacen bien los candidatos en minimizar el uso de los logos de sus partidos políticos. Porque hemos llegado a un punto, en el que si se tuviera que elegir sólo por partido y no por candidato, la participación electoral sería la más baja de la historia de las democracias modernas. Sin embargo, la conformación de un gobierno eficiente y que pueda garantizar resultados estructurales tiene -por la naturaleza de nuestro sistema político- que pasar por los partidos y el papel que juega la división de poderes en México.

El llamado de Mancera para incentivar la instalación de un sistema de gobiernos de coalición no es el primero, ni será el último. Pero si se da, en un momento de nuestra historia en el que la convocatoria más allá de la estructuración jurídica que tome, suena y suena mucho a un gobierno de unidad nacional. Cuando el presidencialismo estoico termine el primero de diciembre, habrá que buscar una redistribución efectiva del poder político que tenga mejores mecanismos de control entre los órdenes de gobierno. Y sobre todo, habrá que buscar instalar un modelo de federalismo alternativo. Lo mismo tendrá que suceder en el congreso; crear las bases institucionales que favorezcan la construcción de mayorías parlamentarias que de verdad generen contra pesos entre los órdenes de gobierno y que fomenten la mentada gobernabilidad.

Todo esto, es la necesidad común que comparten todos los candidatos. El problema está, en que sí todos estuvieran de acuerdo no habría elecciones. Pero al final del día, conforme avancen los días el concepto tendrá que ser verdaderamente contemplado y el comodín bien podría ser el ex jefe de gobierno de la Ciudad de México.

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