Mancera, Cosío Vidaurri, Salazar Martínez y el principio de Peter

El jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, hasta ahora se ha revelado en la política como un  buen segundo, lo que nos recuerda a Florencio Salazar Martínez y a Guillermo Cosío Vidaurri, priistas que durante su trayectoria nunca pudieron practicar el don de mando. 

Cosío y Salazar siempre fueron excelentes para recibir órdenes y, al mismo tiempo, ser mensajeros de las mismas.

El Faraón El Faraón Publicado el
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El jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, hasta ahora se ha revelado en la política como un  buen segundo, lo que nos recuerda a Florencio Salazar Martínez y a Guillermo Cosío Vidaurri, priistas que durante su trayectoria nunca pudieron practicar el don de mando. 

Cosío y Salazar siempre fueron excelentes para recibir órdenes y, al mismo tiempo, ser mensajeros de las mismas.

De acuerdo al Principio de Peter (“llegar al máximo nivel de incompetencia”), esto fue lo que ocurrió con Florencia Salazar en San Luis Potosí, pues el 25 de mayo de 1987, “por motivos personales”, presentó su renuncia después de 20 meses como mandatario estatal.

Lo mismo ocurrió con Guillermo Cosío Vidaurri, quien como gobernador de Jalisco (marzo 1989-mayo 1992), tuvo que renunciar al cargo.

En el caso de Miguel Ángel Mancera, nadie duda de sus atributos académicos: 

-En 1990, obtuvo la Medalla Diario de México por ser uno de “Los Mejores Estudiantes de México”. 

-En 1991, noviembre, la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, le otorgó la Medalla Gabino Barreda, por ser el mejor promedio de la generación 1985-1989.

Todo parece indicar que el Principio de Peter empieza a perseguir al jefe de gobierno de la Ciudad de México, porque como procurador de justicia, según cifras oficiales, durante 2011 se redujo la delincuencia 12 por ciento en la Ciudad de México, mientras a nivel nacional este problema ascendió al 10.4 por ciento.

Más estadísticas: que del 2007 al 2011, la delincuencia disminuyó 3.5 por ciento anual y que el número de secuestros descendió del tercer lugar nacional, al vigésimo. Que se desarticularon 179 bandas delictivas con 706 integrantes.

Actualmente Miguel Ángel Mancera se encuentra estrechamente ligado al Principio de Peter y a una extemporánea aspiración  presidencial.

Resulta obvio que, en este caso específico, los atributos académicos están confrontados con la habilidad política del personaje en cuestión.

Que no es lo mismo sacarse un 100 en cualquier materia de licenciatura, maestría y/o doctorado, que enfrentar las demandas de una sociedad capitalina que busca tranquilidad, paz y obra social, pero más que todo,  seguridad.

Tampoco hay que olvidar que El Jefe Mancera, tuvo una carrera meteórica para llegar al lugar en el que se encuentra. De subprocurador, a procurador y a la jefatura de Gobierno. Todo ello, en un lapso de seis años. Fortuna y virtud, diría Maquivelo.

En todo este asunto, el que no se debe equivocar es Andrés Manuel López Obrador, quien ante los yerros que se han cometido en el gobierno de la ciudad de México, el excandidato presidencial asegura que se está ante “una campaña de desprestigio en contra de las autoridades capitalinas”.

No porque se trate de un gobierno de izquierda o de una autoridad sin el sello del PRI o del PAN, la administración de Miguel Ángel Mancera, tiene que ser capaz, coherente, racional o impoluta. López Obrador  deberá estar cierto que la condición humana también es parte de sus bienquerientes y que lo infalible solamente existe en los cuentos de hadas o de ficción, donde también lo dudamos.

Quizá el jefe de gobierno de la Ciudad de México se haya convertido en candidato a obtener el premio “Principio de Peter”, es porque ha adoptado poses del clásico político priista a panista.

Es decir, habla más de lo que actúa. Empieza a consumirlo la  demagogia. Todo indica que tiene como prioridad el aparecer y dejar a un lado el ser. Ha dejado atrás las razones por las cuales llegó al cargo que ostenta. Pero, más aún, olvida que el puesto no hace al político. Que el político es quien hace al puesto.

Resulta curiosa una frase que, ante un grupo de jóvenes, expresó Miguel Ángel Mancera y que Perogrullo aplaudió: Somos muchos más que los delincuentes.

Este tipo de manifestaciones hay que dejárselas a un Vicente Fox, el expresidente que podría sembrar mariguana en su rancho de San Cristóbal o a Felipe Calderón, quien llegó a la primera magistratura “haiga sido como haiga sido”, pero no a un Miguel Ángel Mancera, que tiene doctorado en Derecho por la UNAM.

Han transcurrido seis meses al frente del Gobierno de la Ciudad de México y pareciera que al Doctor Mancera se le acaba el tiempo y no lo quiere desperdiciar buscando, desde ya, la presidencia de la República. Falta que pase mucha agua por abajo del puente para llegar al objetivo mencionado. Sin embargo, está cayendo en el mismo juego que Eruviel Ávila, en el Estado de México, entidad en la que el futurismo presidencial empieza a sentar sus reales con el exalcalde de Ecatepec.

Hoy, pues, ese estudiante que en 1985, con 20 años de edad, sufriera un accidente y a base de chicanas, en la Cruz Roja de Polanco, le hicieran firmar un documento para evitar una averiguación previa contra el responsable, lo que provocó que el entonces alumno Mancera, investigara por su cuenta y que el caso fuera reabierto, como jefe de gobierno debe tener conocimiento que El Principio de Peter es la Espada de Damocles que generalmente cae sobre los ingenuos y/o los incapaces.

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