Los infieles

¿Acaso no te da miedo que te sea infiel ahora que no estarás a su lado todos los días?

Con una demostración de sabiduría absoluta, esta persona, contesta. ¿Infiel? Eso no depende de mí. La fidelidad es un regalo, quien te la quiere dar, te la da, no importa donde, ni las circunstancia. Y el que no te la quiere dar, ni aunque estés a su lado fiscalizándolo en cada momento, te la dará.

Marcela Garza Aguirre Marcela Garza Aguirre Publicado el
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¿Acaso no te da miedo que te sea infiel ahora que no estarás a su lado todos los días?

Con una demostración de sabiduría absoluta, esta persona, contesta. ¿Infiel? Eso no depende de mí. La fidelidad es un regalo, quien te la quiere dar, te la da, no importa donde, ni las circunstancia. Y el que no te la quiere dar, ni aunque estés a su lado fiscalizándolo en cada momento, te la dará.

En inglés a los infieles se les llama ‘cheaters’. Una sola palabra que lo incluye todo. En castellano, existen varias maneras de traducir este vocablo. Según la ocasión, un “cheater” puede ser un tranza, un corrupto, alguien que hace trampa y por supuesto el infiel.

¿Será que todos estos términos son lo mismo? Pensemos.

La infidelidad está en boga. No importa si se es hombre o mujer. Ambos sexos son mas adúlteros hoy que antes. Y casualidad, no lo creo, también va en aumento las cifras del pantanoso mundo de los engañadores.

Deportistas emblemáticos como Lance Armstrong, que hizo historia al ganar siete veces el Tour de Francia y vencer al cáncer, hoy encabeza la lista de las personas de su ámbito más odiadas por hacer trampa. 

A su denuncia, se han sumado otros atletas que aceptan haber tomado el mismo camino de sustancias no permitidas. Lo que abre la pregunta ¿y cuántos mas?

¿Cuántos otros deportistas que han vencido récords mundiales son verdaderos guerreros del olimpo o cuántos de ellos son resultado de sustancias que los hacen paranormales?

En otras áreas, qué tal los casos de tranza y corrupción en Wall Street que, en 2008, derivaron en una de las depresiones financieras más fuertes de los últimos tiempos, ocasionada por la avaricia de los delincuentes de cuello blanco.

Pero parece que nada ni nadie se salva de esta epidemia. Escándalos de corruptelas en Walmart y Siemens. Casos de lavado de dinero en HSBC. Demuestran que en el mundo de los negocios también se manchan las manos y hacen trampa.

Por supuesto que la figura más emblemática de esta perversión es la política. Tan imparables han sido los niveles de corrupción, que organismos internacionales han nacido con el ánimo de medir y evidenciar la epidemia que ha enfermado al mundo. Sin importar si se habla de China o México, de un policía de barrio o del director del FMI. 

Por ejemplo, tenemos el caso de México. Transparencia Internacional le ha dado una calificación de 34, sobre los 100 puntos, que tendría el más honesto. México está reprobado en trasparencia, lo que lo hace un gran “cheater”.

Los últimos acontecimientos en la Iglesia Católica y las cifras sobre la disminución en sus fieles, nos obliga a analizar que también la infidelidad en la religión va en aumento.

Para los cristianos e islámicos el infiel es aquel que rechaza principios centrales de una religión. 

De hecho, infiel es la traducción de la palabra árabe kafir que significa el que niega las bendiciones de Dios.

Los infieles van en aumento no solo por que hay menos adeptos en una u otra religión, si no por que cada vez menos gente, simplemente, cree.

Dícese en los diccionarios que el fiel es aquella persona que se comporta con lealtad, que mantiene el compromiso adquirido y que ejecuta algo con exactitud.

Definitivamente tenemos una escasez de personas comprometidas de verdad. ¿Cuántos de nosotros somos fieles en lo que hacemos, así sea nuestra vida la más sencilla, la más humilde?

¿Estaremos entrando a una nueva época obscura, donde los valores que nos sostienen están en vías de extinción? 

¿O llegaremos a entender que hay cosas que dependen de nosotros? La fidelidad es algo que no se pide, no se puede obligar a dar, es una decisión personal. 

¿Podrán ser nuestros nuevos líderes ejemplo nacional? ¿Serán sus nombres los próximos Juárez e Hidalgos de México que nos inspiren a cambiar?

No sabemos. Pero se necesitará una medicina para acabar esta epidemia. Y puede ser una que no sepa muy bien. 

Lo cierto es que, como humanidad, no podremos permanecer en este estado deteriorado y ser los infieles por siempre.

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