No es novedad que el manto protector, o la patente de corso que significa haber sido presidente de México, evite sancionar de alguna manera a quien haya abusado del poder, y cometido errores que lastimaran a millones de mexicanos.
Esta es parte de una historia que, en el país, conocen de memoria tres generaciones.
Para no remontarnos más allá de lo imaginable, los casos concretos de Vicente Fox (el de los “changarros” y los “vochos”) y Felipe Calderón (el de “las manos limpias” y “los empleos”), ilustran lo anterior a la perfección. Es decir, impunidad plena e inmunidad absoluta.
De la pareja presidencial (Fox y Martita), se ha gastado mucha tinta y papel para denunciar la gran corrupción de su sexenio, especialmente de los hijastros presidenciales (Manuel y Jorge Bribiesca) en Pemex, y no pasa algo.
El caso de Felipe Calderón Hinojosa es de llamar la atención, porque pese al lastre que lleva consigo, las autoridades de Harvard lo contrataron en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy.
Oficialmente se ha denunciado que durante el 2011 fallecieron 11 mil personas por causas asociadas a la desnutrición (hambre).
A lo anterior se deben agregar los 7.4 millones de mexicanos que en el sexenio pasado pasaron a engrosar las estadísticas de la pobreza extrema, así como carencia alimentaria severa, sin tomar en cuenta el agudo desempleo que se registró en los últimos seis años.
Solamente en materia de política social, el auto llamado “presidente del empleo” y de “manos limpias”, debería y tendría mucho por aclarar si la patente de corso, que otorga impunidad e inmunidad acostumbradas para un exmandatario, no lo protegiera.
Estas fueron las cartas credenciales solamente en política social, de Felipe Calderón, para ser invitado o admitido en la Escuela John F. Kennedy, de Harvard y, obviamente muchos se preguntan si también fue tomado en cuenta lo que, en materia de seguridad, aplicó en el sexenio de “Las manos limpias”.
Dicen los enterados que, a partir del año 2000, cuando la ciudadanía fue engañada por la demagogia foxiana, México logró alternancia y se aspiraba a la transición. A esta última todavía la espera la sociedad nacional.
Con la llegada del foxiato a Los Pinos, muchos años después se confirma que todos los “cambios” fueron de forma, más no de fondo.
El presidencialismo mexicano –con cosméticos blanquiazules–, fue maquillado, y de esta manera el gatopardismo entró en acción. Así, todo ha cambiado para que nada cambie en el sistema político mexicano.
Dicen que no, pero sí, el expresidencialismo metaconstitucional, existe.
Afirman que no, pero sí. La sociedad nacional, en especial la ciudadanía, aún es parte del vasallaje en un país donde el respeto al voto es el principal protagonista del sueño mexicano.
Resulta curioso y paradójico que, en una monarquía constitucional un “vasallo” sea más respetado por el jefe del Estado y el jefe de Gobierno, que en una República Representativa y Democrática como México, donde los derechos “ciudadanos” están en entredicho.
La inmunidad y la impunidad de la que hoy gozan Vicente Fox y Felipe Calderón son marca de la casa.
Insistimos, no es novedad que el año pasado hayan muerto 11 mil personas por desnutrición o, vulgo, por hambre.
Tampoco sorprende que la Canasta Básica Alimentaria se incrementara 7 por ciento en 12 meses.
Además, no es sorpresa que el salario mínimo “creciera” 3.9 por ciento en el mismo período, lo que afecta a una gran capa de la población.
Con estos antecedentes o cartas credenciales, Felipe Calderón llegó a la John F. Kennedy, de Harvard, pese a las protestas de miles de personas.
A todo ello, el rector de ese centro educativo, David Ellwood, defendió la incorporación de Calderón a la institución pues explicó, abrirá oportunidades para la discusión y el debate entre el exmandatario y los estudiantes.
En la lógica de Ellwood, en su momento, habría invitado a Pinochet, a Videla y hasta a Fox.