Los derechos de los niños
La semana pasada Fuerzas Federales y estatales ingresaron a la casa hogar La Gran Familia, en Zamora, Michoacán, en la que vivían 458 niños y 178 adultos. La noticia, con visos de montaje, dio la vuelta al mundo opacando cualquier otro foco informativo nacional.
La acción policiaca, iniciada a primeras horas de la mañana a fin de asegurar ser la nota del día dio como resultado presencia mediática abrumadora: niños abandonados, fotos escandalosas, violaciones, vejaciones e injusticias son ingredientes del éxito mediático.
Pablo Mier y TeránLa semana pasada Fuerzas Federales y estatales ingresaron a la casa hogar La Gran Familia, en Zamora, Michoacán, en la que vivían 458 niños y 178 adultos. La noticia, con visos de montaje, dio la vuelta al mundo opacando cualquier otro foco informativo nacional.
La acción policiaca, iniciada a primeras horas de la mañana a fin de asegurar ser la nota del día dio como resultado presencia mediática abrumadora: niños abandonados, fotos escandalosas, violaciones, vejaciones e injusticias son ingredientes del éxito mediático.
En el centro del drama una mujer mayor fue sacrificada, su nombre Rosa del Carmen Verduzco. La casa hogar, fundada por ella en 1947, había caído en la desgracia y habiendo sido escenario de visitas y fotos de personajes y políticos distinguidos, fue presentada ahora como foco de podredumbre y vergüenza de la nación.
Una vez más los niños manipulados, usados como centro de intereses de los adultos.
No es la primera vez que esto sucede en el país, aunque sí esperamos que sea la última. En los años ochenta, el entonces gobernador de Nuevo León, Alfonso Martínez Domínguez, conoció de la corrupción de la Ciudad de Los Niños de Monterrey del Padre Carlos Alvarez y otorgó el control de la institución a un grupo de empresarios que a su vez lo pusieron en manos de la Prelatura del Opus Dei.
La raíz del problema es la misma y no está ni en “Mamá Rosa” ni lo estuvo en aquel momento en las del Padre Carlos Alvarez, el problema es un estado que no aprende aún a cuidar a su niñez.
Con acierto lo decía Enrique Krauze: “Toda vida humana es sagrada pero la vida de un niño lo es más. Por eso, si en La Gran Familia hubo delitos, así como maltrato y abusos sexuales a niños, sobre los culpables de ese hecho abominable debe caer todo el peso de la ley”.
Es una cierta miopía del estado y de la sociedad civil que no alcanza a ver con claridad lo verdaderamente importante. Bienvenidas las reformas energética y de telecomunicaciones, pero y la reforma pendiente que nos asegure el bienestar de nuestros niños, ¿para cuándo?
Cuando y quién debe reformar lo que haya que reformar para que nuestros niños –que son en verdad el futuro por no decir el tesoro de la nación- vivan como deban de vivir con o sin padres Alvarez o mamás Rosas.
¿Quién en México se deberá encargar -desinteresadamente, sin usar de los niños- de que estos principios se cumplan?
Si un niño ve por primera vez desde el pasto del hospital, si decenas de bebés murieron en el irresponsable incendio de una guardería, si las calles son la casa de miles de niños que pasan hambre, si se abusa de ellos en algunas casas hogar –por no mencionar los que mueren inocentemente en el vientre de su madre- algo urgente hay que corregir.