Legionarios, papa caliente
Dice el refrán que hay que darle a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César. Pero hay ocasiones en que las cosas de Dios y del César se enredan para exhibir a ciertos sectores del clero como simples mortales y consumados pecadores. El último episodio de la telenovela […]
Redes de PoderDice el refrán que hay que darle a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César.
Pero hay ocasiones en que las cosas de Dios y del César se enredan para exhibir a ciertos sectores del clero como simples mortales y consumados pecadores.
El último episodio de la telenovela de los Legionarios de Cristo, ese culto elitista creado por el mexicano Marcial Maciel, abre una nueva Caja de Pandora que será difícil de cerrar.
A las decenas de denuncias de abusos sexuales de menores entregados en custodia educativa a los Legionarios y cuyo principal depredador sexual fue su líder Marcial Maciel, se suma ahora la danza de los dineros de la congregación.
Donativos y herencias que en apariencia servirían para mejorar la calidad educativa de sus colegios en la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara, pero que al final del día acabaron mucho de ellos en oscuras cuentas depositadas en paraísos -¿o deberíamos decir “infiernos”?- fiscales.
Acabamos de enterarnos por la excelente investigación de los Paradise Paper que los Legionarios de Cristo liquidaron siete empresas offshore que tenían en Luxemburgo, la Isla de Jersey y en Panamá.
Su divina y angelical intención era ocultar en esas cuentas los dineros que no se aplicaban a sus obras educativas y que eran dispuestos a través de la empresa Integer Ethical Funds.
Las operaba el sacerdote regiomontano Luis Garza Medina, entonces vicario general de los Legionarios, a través del banco suizo Pictet & Cie.
Esas cuentas offshore serían motivo suficiente para que el gobierno mexicano investigara a fondo a los Legionarios de Cristo.
El hecho de operar como una sociedad lucrativa mercantil y no como la sociedad civil que se ostentaban, no tenía otra intención que evadir el pago de impuestos.
Pero como en México históricamente los Legionarios gozan de ese velo de impunidad que les otorgan los poderosos que tienen a sus hijos estudiando en sus aulas, continúan intocables.
¿Qué tiene que decir de todo esto el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, responsable de vigilar las relaciones entre la Iglesia y el Estado mexicano?
¿Su silencio será producto de poderosas mordazas, o simple afinidad para no chocar con un sector de la Iglesia que le puede ser útil en sus futuras aspiraciones políticas?
Si el gobierno mexicano de verdad investiga, quizás descubriría que más allá de esos paraísos fiscales existen corporaciones mexicanas en donde también se ocultaron fondos legionarios.
Serían empresas que en momentos de crisis, particularmente la que se desató en 1994 con el llamado Error de Diciembre, habrían apuntalado sus finanzas o la cotización de sus acciones con los óvolos financieros de la santa congregación.
Estaríamos entonces frente al hallazgo de que algunas de esas emproblemadas corporaciones mexicanas fueron salvadas “por la mano de Dios”.