El pasado 4 de octubre, el papa Francisco dio a conocer la exhortación apostólica Laudate Deum (Alabado sea Dios), una declaración sobre la ecología, que da continuidad y pone al día su encíclica Laudato Si (Alabado seas), publicada hace ocho años.
No es accidental dar a conocer Laudate Deum, el día que se celebra la fiesta litúrgica de san Francisco de Asís, que siempre alabó la naturaleza, y que coincida con el inicio del Sínodo sobre la Sinodalidad, que habrá de durar todo el mes de octubre.
En el Laudato Si, el papa hablaba del cuidado de la Casa Común, que se ha seguido deteriorando a pesar de acuerdos y llamados internacionales de organizaciones ciudadanas y la comunidad científica.
Ahora reflexiona sobre el grave problema del cambio climático global y sostiene que la creciente incidencia de fenómenos meteorológicos extremos (calor, sequías) son la prueba de “una enfermedad silenciosa que nos afecta a todos”.
El papa, con argumentos sólidos, sostiene que ya no es posible dudar del impacto humano en el cambio climático y de manera directa crítica a los negacionistas de esta dramática realidad.
Sostiene que es evidente la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, que se mantuvo constante hasta el siglo XIX, pero que ha aumentado junto con el desarrollo industrial durante los últimos 50 años. Y advierte que, en el último medio siglo, se ha registrado un aumento excepcional de las temperaturas en las distintas regiones del mundo, que es mayor a cualquier otro momento de los 2000 años anteriores.
El papa subraya que no se puede ignorar la posibilidad de llegar a un “punto crítico” con las consecuencias que esto puede traer sobre el planeta y sus habitantes.
Vuelve sobre el paradigma tecnocrático que está detrás del actual declive medioambiental y afirma que no todo aumento del poder tecnológico deriva en “progreso para la humanidad”. Hay que considerar en el poder humano cuál es su sentido y sus límites.
Sostiene que ahora más que nunca es necesario fortalecer el multilateralismo como estrategia para construir organizaciones mundiales más poderosas, capaces de proveer al bien común global, erradicar el hambre y la pobreza, y defender los derechos humanos.
El papa espera que la próxima reunión de la COP28 en los Emiratos Árabes Unidos permita acelerar drásticamente la transición energética, con compromisos efectivos y una supervisión continua. Urge que así sea.
En la parte final de Laudato Deum recuerda que la responsabilidad que tenemos, como administradores y no dueños de la creación, significa respetar las leyes de la naturaleza y el delicado equilibrio entre esta y las criaturas del mundo.