El mundo está de fiesta. El 27 de julio iniciaron los Juegos Olímpicos de Londres 2012 con una Ceremonia espectacular y se extenderán hasta el 12 de agosto, día que se realizará la ceremonia de Clausura. En los XXX Juegos olímpicos de Londres participan 204 países de los cinco Continentes, la humanidad entera unida, hermanada, más allá de la región, la raza y la religión. Diez mil quinientos deportistas representando a la humanidad.
Lo que ahora vivimos tuvo su origen en el sueño de un hombre llamado Pierre de Coubertin. El barón Pierre de Coubertin nacido el año de 1863 que soñó con una extraordinaria competición a los deportistas de todo el mundo, bajo el signo de la unión y la hermandad, sin ánimo de lucro y sólo por el deseo de conseguir la gloria, competir por competir, como dice la frase “Lo importante no es vencer, sino participar”.
Soñar con la grandeza no es común y convertir los sueños en realidad lo es menos. El sueño de Coubertin chocó pronto con la incomprensión hasta que consiguió que el príncipe heredero de Grecia, el duque de Esparta intercediera ante el káiser Guillermo, emperador de Alemania y cuñado suyo, convenciendo a los ingleses y a su propio Gobierno y así los juegos Olímpicos de la era moderna vieron la luz por primera vez en el año de 1896.
Un 24 de marzo, día de Pascua de Resurrección el Duque de Esparta, tras un hermoso discurso que promueve el esfuerzo y la vida y descubrir la estatua del mecenas Jorge Averof, el Rey Jorge de Grecia pronuncia por primera vez las palabras rituales: Declaro abiertos los Primeros Juegos Olímpicos Internacionales de Atenas.
El mundo está de fiesta. Era urgente para el globo terráqueo – y México no es la excepción- una carretada de notas positivas y alegres bañadas de la disciplina y espíritu deportivo propio de las olimpiadas, contrastantes con una agenda informativa en la que campea el fraude, la mentira, la matanza, la pobreza, la traición y la muerte. Por dos semanas respiraremos aires más frescos, más limpios…, mas humanos.
Las Olimpiadas son quizá el evento humano más global y limpio con el que cuenta nuestra civilización, alimentémonos de su espíritu. En 1892 en la Universidad de La Sorbona, Cobertain decía: “Muchos, demasiados, ven a la Educación Física como una vía de defender la nación; otros lo ven como mero entretenimiento y espectáculo; pero otros vemos el deporte como una importante parte de nuestras vidas que balancea y ayuda a la realización integral física y mental. De igual manera un componente en la buena educación moral, donde el ejercicio, la dedicación y el sacrificio, nos lleva a ser modelo para todos…”
En ese contexto de grandeza, amigo mío -¡nunca falta un prieto en el arroz!- me ha sorprendido la desafortunada declaración de uno de los recientes ganadores de las elecciones del pasado 1 de julio. Se trata de Graco Ramírez que pronto gobernará en Morelos quien con una desfachatez decepcionante, sin consulta previa alguna, declara a la nación entera en un programa radiofónico que una de sus primeras iniciativas que será eliminar las reformas al artículo segundo de la constitución que prohíben el aborto en la entidad.
Ha preguntado, me cuestiono, el Señor Graco a las mujeres de Morelos lo que quieren al respecto o obedece a una agenda de minorías que se pone nerviosa con el tema. Que la mujer tiene derecho a decidir sobre su propia vida no me cabe la menor duda, pero no tiene el derecho a decidir sobre una vida que ya no es suya, aunque eso si, en ella se haya originado y more.
Qué tienen que ver las Olimpiadas con Graco se puede preguntar alguno, para mi –amigo lector- lo contrastante de las conductas; de un lado los sueños, la grandeza, es esfuerzo, la solidaridad, la integridad física y mental, la entrega… y por el otro la mezquindad de un gobernador que arranca su propuesta de gobierno con un tema de aborto.
Sueñe Señor Gobernador electo, sueñe con más y mayores proyectos que privar de sus derechos a los pequeños, pequeñitos morelenses que habitan indefensos en el vientre de su madre. Quizá una buena biografía de Pierre de Coubertin pueda despertar y acrecentar su espíritu onírico.