La ética social debe estar siempre como sustento y guía de todas las acciones de Morena, dogmáticamente como lo expresa su declaración de principios. Foto: Especial

La lucha sigue

La política es también inteligencia y racionalidad, dos valores que hay que impulsar dentro del segundo piso de la Cuarta Transformación

Ser demócrata es una convicción, ser un demócrata de izquierda es una convicción y un compromiso con la igualdad.

La democracia en la que creo hace caminar codo a codo a la libertad con la igualdad.

Una lección que aprendí en la Escuela Superior de Economía del Instituto Politécnico Nacional, que refrendé en las lecciones políticas de ese gran demócrata y mexicano que es el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, y que me forjó en la lucha cívica y popular en las calles de mi municipio, Ciudad Nezahualcóyotl.

Soy un político, en el sentido más clásico del término: un zoonpolitikon, un animal político y social que vive comprometido con la comunidad en la que vivo para que todos sin distinción podamos alcanzar el pleno desarrollo y bienestar.

Ideología común que compartimos todos y todas quienes provenimos del gran movimiento político de 1988, como nuestra presidenta electa, Claudia Sheinbaum.

Soy y seré militante y dirigente de Morena, no solo por convicción ideológica sino también porque es el único partido político capaz de conducir a la nación por la vía de una izquierda democrática y humanista hacia una auténtica sociedad en la que se respete la libertad y se viva en un estado de real distribución de la riqueza.

Por ello, manifesté públicamente mi intención de ser secretario general.

Sostengo que la democracia real demanda de las políticas y de los políticos que saquemos la cara y expresemos abiertamente y sin ambage alguno nuestras expectativas y aspiraciones.

La politiquería de dejar todo oculto debajo de la mesa y de los acuerdos cupulares en nada fortalece los valores que muy bien reafirma diariamente nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador.

La política es también inteligencia y racionalidad, dos valores que hay que impulsar dentro del segundo piso de la Cuarta Transformación.

Por congruencia política, racionalidad e inteligencia social determine aceptar las reglas y las resoluciones del Congreso Nacional de Morena, y por ello asumiré la autoridad política de la nueva dirigencia que habrá de tomar protesta este octubre.

No obstante, es vital poner la ideología por delante del pragmatismo.

La ética social debe estar siempre como sustento y guía de todas las acciones de Morena, dogmáticamente como lo expresa su declaración de principios:

“En el ámbito de la ética social, Morena se plantea una lucha permanente para recuperar plenamente los principios de la fraternidad, la honestidad, la colaboración y el respeto a las diferencias, principios que fueron desplazados durante el periodo neoliberal por el individualismo, el egoísmo, la competencia, la exclusión y la prioridad del interés particular por sobre el colectivo. Solo siendo fraternos y generosos podremos lograr la felicidad individual y la colectiva”.

Me niego a aceptar la idea de cambio generacional, pues es excluyente, egoísta y no fraterna.

Morena es el gran movimiento social y político de todas y todas; de los jóvenes, de las mujeres, de la diversidad, de las comunidades indígenas y afromexicanas, de los inmigrantes, de los hombres y de las personas maduras.

La gran comunidad política está fundada en la fraternidad, la honestidad, la colaboración y el respeto a las diferencias.

Los políticos no descansamos, pues la política siempre está en movimiento.

Así, no solo agradezco el apoyo recibido por más de 800 congresistas que me manifestaron su apoyo, sino los convoco a ser los más firmes observadores del cumplimiento de los principios de Morena.

Nuestra presidenta electa demanda de la fuerza de los militantes de nuestro partido-movimiento.

Un movimiento activo en el apoyo consciente al gobierno del pueblo de México que será el gobierno de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, el gobierno de la prosperidad compartida.

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