Estamos seguros de que de los casi millón y medio de maestros que existen en el país, una mayoría importante sí quiere crecer y acepta las condiciones de evaluación y competencia del Siglo XXI, pero ellos no se manifiestan.
Una buena encuesta nacional entre los docentes sobre su opinión de las reformas nos hubiera servido para eliminar de un plumazo la fuerza de este grupo que tomó la calle y asegura representar al magisterio.
Hasta baños les pusieron. Me queda claro que se les ha consentido más allá de lo necesario; ¿quién mantiene esto? ¿Quién les paga los camiones? ¿Quién les da de comer? ¿Quién conciente a un grupo de irresponsables que abandonan a sus alumnos sin el menor escrúpulo?
La Ley de la calle. Quien toma la calle toma el poder. Los grupos tienen derecho a manifestarse, de hecho, se ha vuelto una de las acciones sociales eficaces para mostrar fuerza al nivel que algunas ONG´s que piensan ya en salir de la comodidad de sus casas y oficinas, las cuales pertenecen siempre a su zona de confort.
¿Qué pasó con los legisladores? ¿No midieron antes el costo que pagaríamos todos por sus decisiones? Pareciera que fueron víctimas de sus ineficiencias. ¿Quiénes y cómo dejaron entrar a los maestros en San Lazaro? ¿No midieron las autoridades que la dilación de la aprobación de la ley favorecía al movimiento magisterial?.
Los spots presidenciales.
Qué mal “timing” el de los spots del Primer Informe de Gobierno, ya imagino a un automovilista atorado en el Periférico por más de dos horas escuchando reflexiones de altura sobre el Escudo Nacional, cuando su cabreo es grande porque nadie mueve a los maestros que cierran la vialidad. Cuando la audiencia está molesta, el silencio es la mejor acción.
Los derechos humanos por delante.
No era necesario que Mancera pidiera a la Comisión de Derechos Humanos del DF un pronunciamiento que lo único que logró fue que se dilatara en poner orden y se molestara más la sociedad civil, que le aplico el conocido “te lo dije”
No fue una semana fácil ni es menor lo que se está moviendo, pero que quede claro que esta reforma que tan cara nos está saliendo, aun siendo necesaria y positiva, no será la solución al problema educativo en México.
Evaluar es bueno, es más, es necesario, pero no es sino una más de las acciones radicales que requiere el golpeado, por no decir corrupto e ineficiente, sistema educativo nacional.
A la evaluación de los docentes habrá que añadir una legislación sobre el funcionamiento de las normales, que las habilite para que puedan proporcionarnos profesores de calidad, autónomos y capaces de hacer de sus alumnos líderes y hombres de bien.
Finalmente un modelo educativo centrado en el maestro y en el alumno más que en sistema, donde el profesor cambie su rol de ficha o engrane por el de protagonista.