“Cuando se descubrió que la información era negocio, la verdad dejó de ser importante”, Kapunscinski
Después de tres meses de negociaciones y de un debate en el pleno que se prolongó por más de 17 horas, el Senado mexicano aprobó las leyes secundarias de la reforma en telecomunicaciones, que incluyen puntos como la preponderancia de empresas por sector, la fecha límite para la transición de la televisión analógica a digital y restricciones al cobro de servicios en telefonía.
Entre ellas están fijar el 31 de diciembre de 2015 como fecha límite para que termine la transición a la televisión digital, que a partir del 1 de enero de 2015 los concesionarios de telefonía no puedan imponer cobros especiales por llamadas de larga distancia a teléfono fijos o móviles, y que los usuarios de celulares por esquema de prepago puedan consultar su saldo de forma gratuita.
El presidente Enrique Peña Nieto felicitó a través de Twitter a los legisladores por la aprobación de las leyes, que dijo “permitirán mayor competencia y mejores tarifas”.
Queremos y necesitamos algo más que competencia y tarifas, aunque hemos de reconocer que se ha dado un primer paso.
Es importante en materia de telecomunicaciones, si queremos ser más libres y democráticos, mirar a los contenidos; es la otra reforma que el país necesita aunque no necesariamente deberá emanar del estado.
El tema no es nuevo, en México como en una buena parte del planeta a la información se le da el trato de mercancía. Bajo la máxima de que toda empresa, incluso la informativa, se organiza para el lucro, se acepta que la actividad informativa no se diferencia sustancialmente de cualquier otra actividad industrial, comercial, o de servicios. La información se confunde entonces con una mercancía.
Nacen por todos lados y México no es la excepción los “mercaderes de la información”. Es el capitalismo informativo donde los medios para sus propietarios son “meras inversiones de capital”, sometidas a múltiples presiones, “cuyo objeto no es otro que el aumento máximo de beneficios”.
Y perdóneme usted, pero no es lo mismo una fábrica de calzado que una fábrica de noticias; en primer lugar porque las noticias no se fabrican, se investigan. Entre un periodista y un zapatero –con todo el respeto para ambas profesiones- hay una diferencia abismal, el buen zapato se hace al gusto y a la medida del público, la noticia de acuerdo a la realidad.
Es así que la actividad de los informadores, comunicadores o periodistas se conecta con un trabajo predominantemente inmaterial, espiritual, simbólico que debe ser siempre respetado por los dueños del medio. El trabajo informativo moviliza, en los informadores, no sólo sus hábitos intelectuales sino también los morales. Por eso es una profesión liberal. Por eso requiere libertad e independencia.
Si esta reforma favorece competencia y tarifas, el pueblo de México lo celebra, pero espera igualmente otra reforma –cuyo origen deberá estar en los mismos medios- que favorezca libertades.
Con la aparición de las redes sociales que dan voz a los sin voz, las grandes empresas informativas del país, llámense Televisa, TV Azteca, MVS, El Universal, Reforma, solo por citar algunas… saben que la audiencia espera una postura siempre honesta y comprometida con la verdad bajo peligro de ser tarde o temprano desconectadas por las mayorías.
Finalmente hemos de preguntarnos y preguntar a los medios y mis colegas periodistas hasta donde ha sido esa falta de compromiso con la verdad lo que ha apagado el fuego y la ambición vital de aquellos mexicanos que no alcanzan a ver más allá del dinero, la apariencia, el bienestar, la apatía y el conformismo.