El gobierno de Hollande retiró la ley sobre la familia como consecuencia de las potentes protestas que han desencadenado más de 250 mil personas en la calle exigiendo un NO rotundo, que no dejó mucho espacio de maniobra a las autoridades.
Se trataba de dar acceso a la fecundación artificial a las lesbianas, legalizar las madres de alquiler pensando en los homosexuales, y extender la paternidad y maternidad a la otra pareja.
Otra de las iniciativas en estudio que contribuyó a las protestas es la introducción en las escuelas de primaria de la “ideología de género”, para que los niños aprendan que “la identidad sexual es en el fondo una opción personal”
En esta ocasión, el homosexualismo político sufrió, en una de las culturas más avanzadas y plurales del mundo actual, un revés sobre el que vale la pena reflexionar.
La respuesta ciudadana ha parado en seco una ley que tenía ya su calendario establecido y que formaba parte del programa electoral de Hollande. La reflexión obligada es saber si lo que Francia rechazó, ¿lo podrá rechazar México en su momento?
México no es Francia, son dos mundos tan diversos como lejanos a los que une, eso sí, lo más importante, su origen humano y su ansia de libertad.
Francia, 672 mil km. cuadrados, apenas una tercera parte del territorio nacional y poco más de la mitad de habitantes de nuestro país, con 65 millones de franceses vivos, su tasa de desempleo -10.9- casi del doble de la nuestra, pero su PIB per cápita cuatro veces más que el nuestro. Es la quinta economía mundial, nosotros la 12; ellos con el 70 por ciento de acceso a Internet, nosotros apenas un 32 por ciento; ellos un promedio de lectura per cápita de 10 libros por año, nosotros con el 85 por ciento de personas que nomás no lee un libro por año.
Dos culturas, dos niveles, dos reflexiones…
Primera: así como pudo Francia ¿podremos nosotros?
La segunda reflexión es sobre la calificación superficial y tendenciosa que dan los medios internacionales al acontecimiento, tildando a los manifestantes de ultraderecha, católicos radicales y demás descalificativos, cuando Francia rebasa apenas el 50 por ciento de católicos. No se trató de un tema religioso aunque ahí quiera el homosexualismo político ubicarlo.
¿Será capaz México, cuando llegue el momento, de tomar las calles y pronunciarse? ¿Serán capaces las familias de nuestra patria hacer valer su voz, sin miedo, como lo hicieron los franceses?.
El 31 de agosto del 2008, la prensa del mundo entero dio fe del clamor contra la violencia de miles de mexicanos que con velas, ropa blanca y una fuerte emotividad salieron a las calles para demostrar su indignación, fue impactante, pero fue la última.
Ojalá sea nuestra sociedad cuerpo vivo que haga oír –otra vez- su voz. Alguna vez Albert Eisten afirmó que ”si el mundo se destruye no será por los malos, sino por la pasividad de los buenos”.