La enfermería: un faro de luz

En la batalla contra la pandemia, la enfermería mostró su verdadera esencia: son los últimos soldados en abandonar el campo de batalla
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Son muchas las ocasiones en las que nuestras almas se despojan de toda pompa y vanidad, quedando la desnudez de nuestra humanidad al descubierto. En la enfermedad, ese manto invisible de invulnerabilidad nos deshace y nos encontramos de frente con nuestra fragilidad. En esos momentos, las enfermeras y enfermeros se convierten en más que profesionales del cuidado médico. Se transforman en heraldos de consuelo y compasión en el paisaje desolado de nuestros miedos más profundos.

La pandemia por COVID-19 significó un desafío sin precedentes en México y el mundo. Millones de vidas fueron trastocadas, y nuestras instituciones de salud se vieron sometidas a una presión abrumadora. En medio de esa tormenta, las enfermeras y los enfermeros fueron las rocas de apoyo, el faro de humanidad que sirvió de guía y consuelo de miles de pacientes envueltos en los pensamientos más terribles de soledad.

Personalmente atestigüé cómo estos héroes y heroínas de la salud sostuvieron las manos de aquellos quienes no podían ser acompañados por sus seres queridos, proporcionando una conexión humana en un momento que demandaba fraternidad. Me tocó verlos derramar lágrimas en los momentos de pérdida, pero también esbozando una cara de alegría y satisfacción con la recuperación y alta de algún paciente.

En la batalla contra la pandemia, la enfermería mostró su verdadera esencia: son los últimos soldados en abandonar el campo de batalla, con cicatrices invisibles pero profundas, llevando consigo la memoria de vidas salvadas y de vidas ausentes.

Cada marca en su rostro, dejada por las horas interminables del uso de la mascarilla, cada ojo cansado y cada cuerpo agotado, son testimonio de su incansable esfuerzo por cuidar, por amar y por mantener encendida la llama de la esperanza.

El papel de la enfermería en la pandemia por COVID-19 es una prueba de fortaleza y resiliencia. Son muestra viviente de que incluso en los momentos más oscuros, la luz de la compasión y el amor por el prójimo siempre encontrarán una forma de brillar

No solo en tiempos de pandemia, sino a diario, las enfermeras y enfermeros han proporcionado un toque humano a los cuidados médicos, a menudo siendo la última mano que se sostiene, el último rostro que se ve, la última voz que se escucha. Han llevado mensajes de amor a las familias, a los enfermos y viceversa. Asimismo, ofrecen consuelo cuando el final se acerca, han soportado el peso de la pérdida cuando no se puede hacer más.

En sus ojos se refleja la determinación inquebrantable de seguir adelante, de seguir luchando. Y en sus corazones, arde la pasión por servir, por cuidar, por amar. A pesar de la fatiga, del miedo, del desgaste emocional, siguen adelante, incansables, porque en sus manos descansa la esperanza y en sus corazones una luz de humanidad.

El pasado 12 de mayo se conmemoró el Día Internacional de la Enfermería. Siempre será bueno recordarles con homenajes y reconocimientos. Sin embargo, aún se tienen pendientes por atender, en apoyo a este noble gremio de profesionistas. Por ejemplo, el reconocimiento laboral de sus estudios (licenciaturas, maestrías, doctorados), mejoras salariales, mejores condiciones de trabajo, así como erradicar la desigualdad laboral de género y acceso a puestos directivos, entre otros.

Es tiempo de concretar el cumplimiento de los ofrecimientos y para ello cuentan -como siempre ha sido-, con el apoyo de muchos médicos que reconocemos su sacrificio, su inspiración, su coraje, amor y consuelo. Juntos encontraremos el faro que alumbre la esperanza de un México mejor.

Un amplio reconocimiento e infinito agradecimiento a nuestras enfermeras y enfermeros. En sus manos, en sus corazones, en su espíritu, reside la grandeza de la humanidad. En su amor y dedicación, encontramos la promesa de un mañana mejor.

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