“La Solución somos todos”, un slogan de la campaña presidencial de José López Portillo, pasó a ser “La Corrupción somos todos”.
Seis años después, en la búsqueda de la presidencia de la República, Miguel de la Madrid promovió “La renovación moral de la sociedad”, pero la voz popular la convirtió en “La renovación del morral de sociedad”.
Lo anterior puede pintar fehacientemente lo que hoy ocurre en México, cuando Andrés Granier Melo, exgobernador de Tabasco, y sus excolaboradores, son exhibidos como vulgares ladrones, como delincuentes comunes, independientemente de los arreglos que se tengan en las esferas políticas del país.
No es la primera vez que se registra un sonado caso de corrupción política en México, pero sí es la primera en la que una sociedad ha llegado al hartazgo del uso y del abuso del poder.
A estas alturas de la historia moderna, algunos políticos han convertido esta actividad en una forma fácil de hacer fortunas inimaginables a la sombra del poder. Los niveles de podredumbre que la opinión pública ha observado durante los últimos años, llevan a la conclusión de que estamos en el umbral de que la política esté convertida en sinónimo de corrupción, de alta corrupción.
El grado de deterioro de la moral política, –así como de los valores, ya que en determinado momento la virtud fue una verdadera bandera política– es tal, que hoy la corrupción o las denuncias por corrupción han pasado a segundo término para dar paso a la impunidad, que tiene como resultado la inmunidad que protege a los corruptos “expulsados” del sistema político mexicano.
Hoy, la corrupción y los enriquecimientos se han convertido en una burla a la sociedad nacional.
Lo de Granier Melo es cosa de niños, por ahora, con lo ocurrido en el caso de Zhenli Ye Gon, a quien le fueron encontrados cientos de millones de dólares en una de sus residencias, y en lo que fue involucrado el ahora senador Javier Lozano, a la postre Secretario del Trabajo con Felipe Calderón.
De estos casos, hay más: en mayo de 2011, la Procuraduría General de la República encontró elementos para acusar de peculado a Miguel Ángel Ortega Habib, tesorero del exgobernador Ulises Ruiz, y la decisión de consignarlo o no, es decisión de la PGJEO, se informó en aquella ocasión.
La opinión pública nacional tiene conocimiento que de acuerdo con la fiscalía federal, Ortega Habib, uno de los amigos de mayor confianza de Ruiz Ortiz, trianguló a sus familiares más de 800 millones de pesos del erario público entre los años 2002 y 2009.
Otro sonado caso del pus que brota en diferentes entidades del territorio nacional es Humberto Moreira, quien endeudó Coahuila con cerca de 30 mil millones de pesos y, el ahora becario en Barcelona, no puede explicar el origen de su fortuna, ni la de sus excolaboradores y amigos cercanos.
Hoy, como nunca antes, los casos de corrupción o enriquecimiento ilícito de gobernadores y políticos se ventilan, solamente, mediáticamente. Nadie está en la cárcel y si la llegan a pisar es por algunas horas. Al salir del enrejado, salen limpios de toda culpa y con la frente en alto.
La moda de este tipo de corrupción, simple fashion, también ha llegado nuevamente al panismo, pues el exgobernador de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso Femat (PAN), podría ser detenido en cualquier momento. En esa entidad se informó que la orden de aprehensión en su contra fue concedida.
Reynoso Femat es acusado de uso indebido de recursos públicos y el desvío de 106 millones de pesos del sector salud.
Pero también hay otra corrupción que siempre ha existido, pero que nunca se habla de ella. Es el caso del tráfico de influencias o el intento de, ejemplificado por “la Lady Profeco”, “las Ladys de Polanco”, “La Lady de Puebla”, que revelan a parte de una sociedad que va de la mano con ciertos sectores gubernamentales.
Mario Marín Torres, César Nava, Amalia García y Tomás Yarrington son parte de una larga lista de culpables o presuntos responsables de manejos oscuros abusando del cargo que les confirió el pueblo a través del “voto”.
“La corrupción somos todos”, dice la voz popular. Pero quién o quiénes somos todos. Porque más de 60 millones de mexicanos viven en la pobreza o en pobreza extrema gracias a quienes su vocación al servicio público los tiene como nuevos millonarios o multimillonarios.
Hoy está vigente la renovación moral de la clase política… ¿aceptará el reto?