Violencia corporal, el infierno de nuestra niñez
En México, los métodos violentos como gritos, golpes y humillaciones para educar a niñas, niños y adolescentes están muy normalizados
Josefina Vázquez MotaLa violencia contra niñas, niños y adolescentes, lejos de disminuir ha crecido y se ha recrudecido de diversas formas en el país.
Una de ellas es la violencia intrafamiliar, que desde la pandemia tuvo un incremento brutal, debido a que nuestros menores convivían con su agresor las 24 horas del día, los siete días de la semana.
El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), del 2015 al corte de abril 2022, reportó 85 mil 952 lesiones contra niñas, niños y adolescentes con arma de fuego, arma blanca u otro objeto o elemento.
Mientras que el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), ha señalado que el 63 por ciento de los menores de 14 años sufren agresiones físicas y psicológicas como parte de su formación.
En México, los métodos violentos como gritos, golpes y humillaciones para educar a niñas, niños y adolescentes están muy normalizados, 6 de cada 10 menores de 1 a 14 años han experimentado algún tipo de disciplina violenta o maltrato en el hogar.
Si bien en 2020 aprobamos una ley para prohibir los castigos físicos y tratos humillantes a menores de edad, a modo de métodos correctivos y de disciplina, la violencia contra ellos persiste.
Las salas de urgencias y los consultorios son mudos testigos de la pesadilla que viven miles de menores que sufren maltrato dentro de casa; casos en donde algunos de ellos pierden la vida a consecuencia de los golpes.
Todas y todos hemos escuchado en las noticias de la muerte de menores por violencia familiar. Historias reales y crueles que nos reflejan los infiernos en los que se desarrollan y viven diariamente nuestras niñas, niños y adolescentes.
Apenas hace unas semanas conocí el caso de José Antonio, quien falleció a sus siete años por violencia intrafamiliar. Era víctima de sus padres y por ello se encontraba en proceso de adopción, desafortunadamente, el DIF de Culiacán, ya no alcanzó a rescatarlo.
José Antonio ingresó a un hospital de la ciudad por un paro cardiaco, debido a la gravedad de las lesiones que presentaba, tuvieron que cortar parte de su intestino y lo estabilizaron, pero momentos después, falleció por una falla orgánica múltiple.
Cada 37 horas muere una persona por violencia familiar, según el INEGI, incluidos menores de 18 años. La brutalidad y crueldad con la que son lastimados los lleva a la muerte.
En México no deberían de suceder historias como las de José Antonio. Normalizar la violencia familiar está provocando que más niñas, niños y adolescentes sean víctimas de ella y que no lleguen a cumplir la mayoría de edad. Rechacemos la violencia intrafamiliar contra nuestra infancia y adolescencia, y denunciemos, eso puede hacer la diferencia.